Sé que lo que voy a hacer está mal y muchos dirán que lo hago por cagona, por querer estar bien con el karma y porque después de dos días aprendí que no tengo que atentar contra su energía marica. Pero me quiero confesar, frente a cualquier gil de miga que pueda ver esto, frente a mi madre que ahora lee el blog, y frente a agentes de la KGB (y no se hagan los cosos porque todavía quedan), que me arrepiento de haber despertado de mala manera a mi hermana que se había tirado un ratito a dormir la siesta, que manotazo por acá, codazo por allá*, se despertó con la jeta por el piso.
Soy consciente de mi bochornosa acción y no sé, me arrodillo si querés, no como por una semana, me tatúo la palabra "karma" en la frente para tenerlo presente cada que me levante y me mire al espejo o cada vez que me esté peinando para salir de bailongo, sacrifico las figuritas de la copa américa, no sé, mato un plancha, loquesea, pero no me tortures más como hoy.
Se tomó en serio el trabajo y en menos de diez minutos el mal humor habitual de cualquier ser humano, se transformó en enojo, y ese enojo también entendible, pasó a ser ira.
Después de haber soñado que un negro me quería afanar el morral, y mientras le daba como adentro de un gorro con una silla por la cabeza al mismo tiempo que el pardito silbaba el himno nacional, me desperté decidida a levantarme y no encontré una media que se perdió en el fondo de la cama y me calcé los championes igualmente con el pie izquierdo desnudo.
Fui hasta el almacén y todos los perros del barrio se complotaron para romper con el silencio por el cuál paso todos los días, y ladraron por cada respiro que dí. Es más, uno salió atrás mio y fue como cinco metro oliéndome el orto mientras yo le decía "salí, salí la puta que te parió" y le pegaba manotazos al aire.
Llego a destino, y se había formado una cola de clientes inusual, pensé en ir a otro lado, pero verdaderamente se me caía un huevo**, y decidí esperar.
"¿Qué vas a llevar?", me preguntó el almacenero con cara de feliz. "Un colet", le respondí con menos gracia que una tortuga. "Uh, no sé si tengo, dejame ver acá... porque no sé que pasa con los de Conaprole que no están entregando, ¿vos querés uno chico no?, mirá acá tengo uno."
Lo compro, me lo da, me doy media vuelta y me voy.
Agarro por otra calle para que los hijos de mil perras prostitutas no me ladren de nuevo y llego a casa decidida a deleitar la chocolatada.
Le doy el primer chupeteo a la pajita, la succiono para tomar un buen trago, y un sabor asqueroso hace que la cara de me desfigure y haga arcadas.
El fucking colet estaba vencido.
Me quiero ir a dormir para terminar con esta porquería, pero me da un poco de miedo ahorcarme con las sábanas enredadas.
Todos putos.
* todo en son de paz y sin violencia... ¿qué se piensan que soy?
** ay sí, digo "se me cae un huevo" y soy mina, ya sé que no tengo huevos, me conozco por dentro, giles.