26 de abril de 2011

A veces deberíamos matar a un par que están al pedo.

Así como nos llama "casi bachillers" o "pre universitarios", frunciendo el ceño y con voz de marica nos trata de hacer callar.
Más allá del poco interés que se le presta, él insiste con que quiere que salgamos formados para facultad.
Cuando le preguntás el concepto de una palabra que nunca oíste en tu puta vida, responde con cara de compresivo su célebre frase: "más adelante lo veremos". Y una queda perdida como boludona, porque justo esa definición es la que conlleva a que entiendas el palabrerío que está diciendo.

En el momento que se te prende el foquito y te esperanzas de que todavía tus neuronas te funcionan como para entender -sin la ayuda de nadie-, un razonamiento que, si bien nunca sabrás cómo llegó a tu mente, aún así tenes fuertes convicciones de que está correcto, el macanudo del profesor, te larga un "shh shh" censurador que te deja con todo tu genio en la punta de la lengua.
Y te lo tenés que tragar, porque claro, no podés interrumpirlo cuando habla. El curso se lo sabe únicamente de memoria y carece de razonamiento. Se entrevera.
Igual, estos pequeños detalles son aguantables. 

Ahora, cuando tiene sus ataques de dinamismo y se le da por decirnos "hoy nos dedicaremos a leer en las dos horas el texto que habla de la introducción a la contabilidad", siento un fuerte impulso por ir hasta su escritorio y ahorcarlo. 
No obstante, tratamos de decirle desesperadamente que somos capaces de leer lo dictado en nuestra casa,  pero el simpático hace oído sordo y comienza su miserable misa. 
Aunque no sean razones justificadas para pincharle la rueda del auto, para completar el pack: nos habla como si sufriéramos algún tipo de incapacidad intelectual.

Y nada, culpa a la mala forma de dar una clase, y la poca creatividad que tiene para otorgarnos "las herramientas necesarias" que nos fortalezcan en facultad, uno termina haciendo dibujitos y escribiendo frases chotas en la parte de atrás del cuaderno.

19 de abril de 2011

Sara.


Me gusta la personalidad de Sara, porque además de carácter fuerte y cortante, tiene la palabra justa que te descoloca.

Es capaz de mandarte a la mierda sin problema. Y si tiene que hacerte la cruz, la talla bien prolija porque en el fondo sabe que vas a venir a pedirle perdón.

No le gusta el pescado pero si le decís que es pollo lo come sin chistar. Tiene fanatismo por el color violeta, y adora un montón de peluches deshechos que tiene hace años.
Está constantemente jugando al fútbol sin dejar de parecer una nenita tierna, pero cuando la pelean no tiene pudor ninguno para llamarte "hijo de puta".

Puedo agregar que sacude su largo y pelirrojo pelo cuando está eufórica; que se hace una colita alta dejando que el broche quede mirando para arriba; y que toca con la yema de los dedos un mechón que siempre deja suelto.
También se echa mucho perfume antes de salir, y combina infantilmente su ropa, quedando aún así con un soberbio dejo a mujer.

A Sara le podés descubrir la parte que ella te quiere mostrar... pero jamás sabrás qué esconden sus ojos cuando los clava en un punto y asiente con la cabeza como si estuvieran dándole alguna lección moralista, ni podes sospechar su ánimo, porque arregla sus desdichas con un gesto de orgullo y bienestar que aparece automáticamente en su cara cuando le preguntas cómo está.
Ella es capaz de dejar a un lado sus caprichos para brindarte un abrazo que te recupera de cualquier bajón.
Es increíble como tenés que encontrarte con una papel arrugado que dice "te extraño papá" para darte cuenta de que la niña pide a gritos un abrazo.

Me deslumbra.

15 de abril de 2011

Para empezar bien las vacaciones.

Extraído de una conversación en una de las horas de matemática.
Canaria: ¡Ay!, qué lindo está para dormir la siesta.

A coro, Zurda, Polla y Niña: Sí, salado.

Canaria: Esta tarde me acuesto a mirar Gran Hermano*.

Zurda: Y comer un pote de helado.**

Valentina es así acota bajito: Qué minas pajeras.

Polla: ¿Qué?

Valentina es así: Nada, nada.

A la hora de Ciencia Política.
Niña: Estoy un poco nerviosa por empezar facultad.

Valentina es así: Faltan meses todavía.

Canaria: Y yo que no sé ni lo que voy a estudiar…
Piensa y acota: Igual tengo tiempo.

Polla: ¿No ibas a hacer psicología vos?

Canaria: Pasa que… no sé, cuando fuimos a ver la facultad no me gustó la onda. Eran unos roñosos todos tirados en un cantero.

Valentina es así: Bueno, tirados no estaban. A lo sumo estarían sentados en el suelo, que no veo por qué te jode tanto.

Canaria me mira de arriba abajo y dice:
- Sí, a vos te veo estudiando ahí. Tenés como el perfil.

Sonrío casi sin gracia y le muestro mis championes reos que llevaba puesto para que viera que dialogar con una roñosa a veces no está tan mal.

Y bueno, no es fácil adaptarse a veces.


*La gente que mira Gran Hermano, automáticamente se convierten en inculto. Porque todavía te encajan un “vos miralo como un juego estratégico”.

** ¿Un pote de helado?, ¿un pote de helado? ¿De dónde saliste, pelotuda?
Un refuerzo vaya y pase, galletitas, banana con dulce de leche si querés algo glamoroso para mirar la tele. ¿Pero un pote de helado?, volvé a tu casa yanqui de mierda.

11 de abril de 2011

Y bueno...


Yo banco a todas las personas que salen a pasear con su pareja de la mano. A veces me pasa que las miro y siento envidia de que puedan salir tan libremente por ahí, con cara de recién cogidos y enamorados, sin sentirse pelotudos. Quizá tenga un problema grave con la sociedad y sienta que no necesariamente el mundo tiene que saber con quién me desnudo, y con quién no.

Generalmente cuando veo una pareja caminando tranquilamente en la suya, me pone contenta observar sus pasos coordinados y las medias sonrisas que diviso cuando se miran.

Ahora, lo que sí me molesta son las innecesarias exhibiciones de mala pornografía deserotizante, ese lenguaje corporal que sólo lo utilizás en situaciones extremas cuando hace cuatro años que te andás pajeando por abstinencia de sexo.
No es lindo salir al recreo y bancarme –además de empujones y pisotones- a dos personas que se manosean, sin consideración alguna por el hecho de que estoy ahí con cara de papa sin sal, esperando a que la manada de animales que salen expresos hacia afuera, para prender un pucho como si su vida dependiera de ello, deje el camino libre para poder respirar un poco de aire desestresante por cinco minutos.
Porque lo peor de todo es que sin poder evitarlo oís los gemidos desesperados de seres que necesitan coger hasta terminar en coma.
Y te terminás excitando.



(¡Gracias, Gabriel!)

7 de abril de 2011

Ni con la mejor intención.

En una de las corridas hacia el lugar más cercano para sacar fotocopias, terminé desparramada en el suelo haciendo que mis libros volaran y -antes de que levantara gran parte de mis cosas- se acerca un caballero con toda la amabilidad y me alcanza una libreta que había quedado en el suelo.
Mirándolo como si fuera mi príncipe azul que ha venido a rescatarme, de forma simpática le doy las gracias y me sonríe con alguna que otra ausencia de dientes. 

Definitivamente no nací para vivir historias de amor como en las películas.
Una buena te pido nomás.  


5 de abril de 2011

Queja de quejosa.

- Bo pelotudo, si  vas manejando y en una esquina tenés preferencia, ¿no te parece que al doblar la perdés?, ¿te cuesta tanto frenar dos minutos para que pase correctamente quien tenga que pasar?
Una cosa es manejar como mina, que por género no me queda otra; puedo equivocarme e ir a contramano, se me puede apagar la moto a mitad de cuadra, puedo enganchar la pierna de alguien que pasa... pero por torpe, y porque el estigma social de lo que trata mujer al volante hace que una actúe así.
Ahora, freno aunque que no haya un cartel de PARE, freno en las cebras, pongo todos los señaleros (sí, todo a la misma vez), quedo insertada en algún montón de escombro cuando están arreglando la calle y voy distraída. Me como pozos, desniveles, lomadas... pero me pone demasiado histérica y me dan ataques primitivos de querer sacarme los brazos si no respetan las preferencias. 
¿Me entendés? Zapallo. 




Consciente que de que me está por venir... aclaro que nunca estuve tan pacífica y equilibrada como ahora.
Pero eso sí, algún día los conductores me van a escuchar.