26 de octubre de 2012

Esa cosa.

Abro los ojos en la curva previa al cartel que nos recibe desde lo alto, y por más que lo sé de memoria, no estoy segura si dice algo más que Bienvenidos a San José. Tengo tres paradas para abrigarme y cruzar el pasillo, aunque últimamente en el Molino no baja nadie.
Al mismo tiempo que mis pies avanzan, engancho pelos de pasajeros dormidos que sobresalen de los asientos. ¿Nunca han querido acercarse al oído de alguien que duerme, y despertarlo de un grito?
Cruzo como una flecha hasta la puerta.
-Nos vemos, gracias.
-No, gracias a vos. Chau.
Y desciendo.
Dándole la espalda al ómnibus entro en la Rivera de mis amores, de mis aventuras, porque vivir en los bajos implica eso, caminar mucho, y sortear mi suerte para que los perros que duermen en la calle no salgan a hacerme temblar las rodillas.
Hay uno en particular al que le tengo pavor, es negro y me persigue sigiloso hasta que de pronto ladra cerquita de mis pies. Esto se repite casi a diario, el susto, el temblor, y las ganas de tener viveza para agarrar por otra cuadra.
Ni siquiera puedo putear al dueño del animal, vive en la casita donde duerme mucha gente apelotonada, y me siento ordinaria cada vez que me pregunto si lo deja afuera por saña.

Sigo, doblo y entro.

Ver la comunidad de apartamentos me alegra el ojo. En seguidita que piso las baldosas que supieron quedarse con pedazos de rodillas, saco las llaves de la mochila. Ya estoy de vuelta, me siento llena. Ningún lugar me hace tan feliz como la media manzana que me crió diecinueve años. Los muros guardan secretos que ya ni recuerdo, las conversaciones deben ser innumerables, éramos un montón de niños. Con el tiempo nos alejamos, y aunque todavía guardo todos los te quieros y amigos por siempre, por alguna razón, me pone muy contenta que el hoy, sea diferente a lo que imaginé de chica.
Entonce sonrío, porque realmente estoy enamorada de este lugar. Y gracias a eso dejan de importarme los perros que me asustan, y el tener que caminar mucho. Otra de las contras de vivir acá: todo queda lejos.

3 de octubre de 2012

Asco ocsA

Bueno, la posta es que ahora le estoy dando a la merca y me está pegando para culo. Por eso insisto, gente, díganme que le estoy errando, que me plantee ciertos detalles que dejo pasar, no tengan vergüenza, si me dicen con amor me lo tomo re bien. "Mirá, me parece que así no vas a coger nunca más, en una buena, eh" Lo entiendo, en serio. Leí el texto grasa de ayer y sentí que autoflagelarme un rato, no sé, media horita, nada serio, como para entrar en razón, me haría bárbaro.
Ya estoy escribiendo poco, no da que cuando lo haga sean cosas que mi lucidez mental repela.
No se droguen.
(Y no le estoy dando a la merca, mamá. Era chiste)
(Que es peor)
(Pero más sano)
(Quién sabe)

4 de septiembre de 2012

Bernardo Gómez.


Recuerdo claramente mi primer escrito. Tema: La luna. Bueno muchachos, tienen que estudiar todo sobre la luna porque mañana les voy a poner un escrito, dijo mi maestro de sexto, Alexis se llamaba. Se sentó sobre su escritorio, y continuó:
-Un escrito es una prueba. En una hoja van a escribir todo lo que estudiaron. Ya estamos en sexto y quiero prepararlos para el liceo.
De sólo pensar que no iba a usar nunca más una moña, se me revolvía el estómago. Escuchaba los cuentos de amigos más grandes, o primos, y me moría del susto y la curiosidad. ¿Cómo es posible que no tengamos un maestro, y sí doce profesores? Se me iba el recreo de media hora, tendría que llevar una tabla para dibujo, repetirían mi apellido –porque encima eso, uno perdía hasta el nombre- doce veces, y el horario sería más extenso.
Una amiga que ya era estudiante de secundaria, me confesó que su primer beso se lo dio en la entrada del liceo, frente a todo el mundo.
-¿Y no te dio vergüenza?- pregunté.
-Ay, Vale, así son las cosas ahora. YA ESTOY EN EL LICEO.

Obviamente que cuando pasé a la temida institución me adapté al toque, y por suerte no tuve que chuponearme a nadie para demostrar algo.
Fueron dos años y medio que se me pasaron volando. Porque en mis últimos días de estadía en tercero, surgió la nueva sensación de miedo y curiosidad.

¡Bachillerato! ¡Ba-chi-lle-ra-to!

No sólo significaba un liceo con más gente, sino que se le sumaban profesores corruptos, adscriptos gordos que no hacían nada por uno, y mucha, mucha libertad.
Uno entraba y salía sin la necesidad de escaparse. Hacerse la rata no tenía la misma adrenalina. Fue entonces que empezaron a correr las faltas, el mate y rondas de truco o bingo.
De un lado, estarán aquellos que siempre recordarán cuarto, quinto y sexto, como los mejores años de la adolescencia, y del otro lado, quienes supimos enfrentar cosas sobrenaturales.

En mi liceo había un fantasma que apagaba y prendía las luces cuando a él le daba ganas. Las mañanas invernales eran terroríficas, sobre todo en el momento que el salón en penumbras era iluminado por un rayo, y de repente nuestra puerta se cerraba y abría con fuerza.
“Una trágica noche, Bernardo Gómez se suicidó tras perder un examen de matemática que necesitaba salvar para poder pasar a facultad. La gran presión de tener que bancarse un año más en el pueblo, nubló su cabeza y tomó la decisión de quitarse la vida en vez de recursar.” Siempre se inventaba una nueva leyenda. La historia verdadera había sido mutada con el correr de los años.

Mi papá me contó que en realidad el suicidio de Gómez no pasó por ahí, él conocía al flaco y me aseguró que le patinaba la cabeza. Era el típico pajero defensor de los casos perdidos, el revolucionario sin pretextos, ni conocimientos, ni nada. Era un imbécil, un gordito que pretendía esconder su depresión por ser uno más de los bultos que nadie percata, y tras funestos intentos de inventar una imagen que no tenía nada que ver con lo que podía llegar a ser, se mató. Así de simple.

Mi duda fue el por qué de su agresión contra los nuevos estudiantes, por qué apagaba la luz en un parcial o en tareas menores que requerían de concentración y luminosidad.
Una vez intentamos dejarle un mensaje en el pizarrón, una señal de que nosotros comprendíamos lo horrible que era vivir sin ser nadie, vivir con un tremendo signo de interrogación en la cabeza. Queríamos ayudarlo de verdad, pero su respuesta fue borrar todo lo que habíamos escrito, y asumimos que era una pérdida de tiempo intentar algo, siempre se negaría a nuestras ideas.  Más tarde nos enteramos que los que borraron nuestro mensaje habían sido los auxiliares de servicio cuando habían limpiado el salón.
Un miércoles nos quedamos toda una noche practicando el juego de la copa junto a un profesor de filosofía que había estudiado parasicología, y aseguraba saber del tema.
Fue en vano, no tuvimos ningún tipo de contacto.

Gómez a lo largo del año se convirtió en un ser más que deambulaba por los pasillos. Hasta llegué a quererlo. Aprendimos a tolerar sus inaceptadas actitudes, y lo saludábamos cordialmente cuando nos apagaba la luz.
Hoy en día desconozco su paradero. Nunca más escuché decir que en liceo pasaban cosas extrañas, bueno, mucho más extrañas de las que generalmente pasan.

24 de agosto de 2012

Razilanac.

No recuerdo cuándo, pero en algún momento de mi vida me vi muy enojada con alguien*, entonces me recomendaron matar a ese sujeto en un cuento, de forma sencilla y sutil, con ingredientes que sirvan para formar una masa no identificable que, obligatoriamente, tenga que entrelazarse con hilos conductores que afirmen lo verídico del dolor.
Podría hacer con esa persona lo que yo quisiera, el destino lo manejaría a mi antojo. Su vida dependería de mi voluntad, de mi piedad, de mi comprensión, o inclemencia.
Nunca pude asesinar mis desdichas en un cuento, porque no soy sutil, y porque el noventa y nueve por ciento de las veces, me termino por arrepentir de lo que digo. Cuando uno está totalmente desmesurado, debería pegarse los labios con La Gotita, y comprometerse en omitir palabras hasta encontrar nuevamente sus niveles normales de conducta.
Como hoy es una fecha especial, y muchos individuos adoptan el CoMbO AgOsTo: la Declaratoria de la Independencia + la noche de la nostalgia -que abre las puertas a telos de medio pelo que están muertos el resto del año-, quiero testimoniar frente a todos los sinplanesparaestanochetanemotiva, que he venido decidida a no sólo ejecutar una persona, sino a todos los pedazos de calentura que me he agarrado en estos diecinueve años.
Dudo de cómo se hace, si debería empezar con varias historias paralelas, o simplificarlos a todos en un solo personaje, pero, ¿cuál tendría la suerte de poseer de manera sutil, todas las características de los impuros que de alguna forma me jodieron la existencia?
Y luego de realizada la propuesta, ¿debería crear alguna estrategia para que esas personas lean mi cuento y se sientan un poquitito identificadas, gracias a los hilos conductores que he puesto sutilmente en la historia ficticia? ¿Saborear la venganza me ayudará a canalizar felizmente el desconsuelo que alguna vez tuve? ¿Tendría que dejar algún mensaje humanitario haciendo énfasis en que, después de todo, los perdono porque sé que soy un amor? Sincerándome conmigo misma, tampoco es que me cortaran una pierna y me la escondieran lejos, ni siquiera se trata de alguna maldad telenovélica donde me roban mi prestigio social y económico, o la dignidad.
Ahora que pienso, si escribiera un cuento para fusilar a estas penas, seguro que todas esas personas se encontrarían en los selectos excrementos de un conejo albino que, con suerte, otro bicho inocente se comería esas bolitas de un centímetro de diámetro, haciéndolas desaparecer y renacer en otras mierdas.
Porque si vamos al caso, no hicieron más que mancharme apenitas la manga de alguna remera, y generalmente acostumbro a llevar pañuelos descartables.



*seguro fue un lunes, o martes, o miércoles, o jueves, o viernes. No, viernes no.

10 de agosto de 2012

¿Usted tiene un minuto?

Lo feo del sol invernal es que dura poco. Con mi amiga estábamos sentaditas en un banco de la plaza del Entrevero, charlando de los horribles carteles que dicen "Prohibido pisar el césped", como si una plaza tuviera algo más maravilloso que sentarse en el pasto. Arrancamos decididas por 18 en busca de una parada, el viento me despeinaba y dos por tres acotábamos algo como "ah, está fresquito sí". Bien, la gente caminaba mirando para abajo, pechando a los que venían en dirección contraria, omitiendo disculpas, cargando bolsas con juguetes, todo marchaba exactamente como uno ve a Montevideo en sus primeras experiencias.
De repente nos para un flaco acompañado de dos japoneses. Nos habló tan rápido sobre algo de nutrición y el bienestar y que esto demoraba solo dos minutos que, cuando quisimos acordar, nos dirigíamos a un hotel que todavía desconocemos el nombre. Ya instaladas en un ascensor, descubrimos que en realidad no eran japoneses sino brasileros de padre japonés, macanudos los tipos.
Luego de breves presentaciones cordiales, Croquetita, los brasileros, el que nos habló que se llamaba Santiago, una vieja que también fue víctima del palabrerío entreverado, y yo, caminamos hacia un salón donde nos esperaba un morocho simpaticón con una sonrisas de oreja a oreja. Y ahí me terminé por asustar. Me reía de nerviosa y miraba de reojo a mi queridísima amiga que entendía menos que yo.
Resumiendo varias charlas poco interesantes, el brasilero que nos recibió en la pieza decorada con guirnaldas, nos preguntó:
- Ustedes en Montivideo, ¿cuánto les sale comei un almuerzo nutrichivo?
- Fah, yo que sé, dije.
- No sé, ciento cincuenta pesos -acotó Croquetita mirándolo con cara de que ya conocía la respuesta- Más o menos esas plata.
- Bom, ustedes, con seis pesos pueden tener una alimentación nutrichiva con nuestros productos. Le vamos a traer para que prueben el primer vaso. Es una bebida muy gostosa que ayuda cuando uno se siente con poca energía. ¿La prefieren caliente o fría?
- Fría. -Respondimos ambas.

Y no estaba tan mal la primera poción. Tenía un leve gusto cítrico, aunque en primera instancia parecía pichí, o cerveza.

- ¿Y, qué les pareció?
- Bien. Medio grande el vaso.
- Van a ver que después se van a sentir mejor.
- Sí, a mi me pasaba que me ponía a estudiar y de repente me empezaba a doler la cabeza. Estudiaba diez minutos y no podía seguir. Me costaba mucho concentrarme. Después que empecé con estos productos es otra cosa. -Santiago daba sus testimonios iguales a las gordas que aparecen en publicidades de productos adelgazantes.

Ok, corrió el segundo vaso. Era exactamente igual al primero, salvo que este líquido mágico era desoxidante. Tomándolo te curabas de tres años de oxidación. ¡Tres años, señores!

Pero nuestra suerte no cesó con las dos primeras bebidas milagrosas, sino que se nos acercó el tercer y último vaso recargado de proteínas.

- Gurías, ustedes van a probar un batido delicioso. Es muy...¿cómo se dice? Ehmm, riquísimo. Pueden elegir entre shocolate, frutilla y vainilla.
- Vos que sos el que lo tomás, ¿cuál preferís?- Le pregunté a Santiago.
- Son todos ricos, pero yo prefiero el de frutilla.
- Bueno, para mi que sea de frutilla entonces.
- Y para mi- acotó Croquetita.

Era la cosa más asquerosa del mundo. No sólo porque no tenía ni puto parecido con la frutilla, sino que sabía a remedio, a cosas feas que toma la gente para tener más músculos.
Había pasado más de una hora del primer encuentro, y mi verdadera frustración empezó cuando veía que el vaso de Croqueta bajaba, y que el mío no llegaba ni a la cuarta parte. ¿Y qué fue lo peor? Los dos zánganos manipuladores que nos daban cosas para drogarnos (sí, lo llegamos a comentar), me miraban continuamente. No podía ni poner cara de asco.

Asumiendo mi rendición, decidí confesarles que no iba a terminarlo ni a palo. Me quería ir. Eran las siete de la tarde. Estaba tomando algo que me daba ganas de vomitar, tenía la necesidad de mear, de estar en un lugar donde no tuviera que forzar mi concentración para entender lo que decía alguien. De repente empecé a pensar que aquellas personas del salón que hablaban y se reían con fuerza, estaban detrás de algún plan maligno que consistía en secuestrar gente pelotuda que accedía a este tipo de cosas.
Pero la mejor parte no terminó cuando decidimos retornar a la seguridad del exterior del edificio, no, claro que no.

Brasilero con cara de puto:
- ¿Ustedes precisan cambio de cien?
Croqueta:
- ¿Eh?
Yo:
- ¿Qué?
Croqueta:
- Pregunta si precisamos cambio de cien. Son doscientos pesos.

Imaginen las infinitas emociones que me recorrieron el cuerpo mientras ponía cara de "Ah, qué fantástico todo esto, por suerte cago plata para hacer este tipo de boludeces. Me encanta ser multimillonaria para estas cosas."
Imaginen las ganas de apretarme los pezones por ser una enorme pelotuda.
Imaginen la censura de pegarles un punta pie en las pelotas a cada uno, mientras decíamos "bueno, un gusto bo, nos vemos."
Imaginen nuestra cara de signo de interrogación que llevábamos cuando por fin pudimos subirnos al ómnibus de la salvación.

Y por último, imaginen las risas de cuando pudimos recapacitar del todo.

Estas cosas me pasan exclusivamente con Croquetita.
No hay con qué darle, tengo la mejor amiga del mundo.

Cuando algún extranjero venga a hablarles sobre el precio de algún producto, ruéguenle que se los anote en un papel.

2 de agosto de 2012

Si plantas rosas, crecen sandías.


Los dedos de Gervasio tienen vida, y no por el simple hecho de que él se encuentre vivo. Digamos que cada uno posee su propia personalidad. Es extraordinario verlos interactuar libres, superiores, con otras partes del cuerpo. A decir verdad, resulta un tanto petrificante cuando uno los ve por primera vez. Los doctores afirman que este fenómeno -aunque nunca decimos esa palabra frente a ellos- se originó por la fascinación de Gervasio hacia la guitarra. No es detalle menor agregar que es uno de los mejores músicos de nuestro pueblo, sin embargo su timidez lo limita para ser un artista reconocido. Fue comparado con Slash una noche de fogón, un aficionado del que ignorábamos su existencia, se atrevió a confesárselo pese a las risas de todos nosotros. En varias ocasiones intentamos convencerlo de que se mostrara un poco más, pero el cagón siempre prefería terminar tocando solo, de huraño que es.
Pero Gervasio aquí no es el importante.

Es común que cada dedo antes de formarse, haga seriamente un test de personalidad para determinar con cuál se llevará mejor. Quien haya pensado que el dedo índice de la mano derecha, está en la mano derecha por una buena formación, puedo asegurar que no sabe absolutamente nada de la vida. Y menos de anatomía microscópica. Imaginen vivir pegados a personas que no tienen nada que ver con uno, el índice de suicidio aumentaría. Que no tengamos dedos independientes, no significa que en nuestro origen -cuando recién estábamos siendo engendrados- no hayamos pasado por rigurosos análisis. El nivel de desarrollo para las percepciones, es muy distinto en cada persona, sabemos que hay individuos que nacen con mejor oído, mejor olfato, mejor memoria, mejor tacto, en relación a otros. La independencia de extremidades no se logra con ningún tipo de hechizo, simplemente está en la naturaleza de uno. 

Gracias a Gervasio, aprendí que los dedos detestan juntarse con los de la otra mano, sobre todo si al meñique lo ponemos con el meñique, al anular con el anular, al mayor con el mayor, y así sucesivamente. 
También sé que uno se siente seguro con otra persona, cuando la conexión que se experimenta al entrelazar los dedos, le da una seguridad pura. 
Me contó que le temen a las puertas entreabiertas, a los cuchillos lisos, a las tizas verdes y a los manojos de todo tipo de alfileres.
Y por si alguien se lo preguntaba, a ningún dedo le gusta meterse en la nariz, les resulta asqueroso. Una verdadera pena.

No obstante, sigo esperando que Gerva tenga novia para establecer una buena conversación que me aclare ciertas curiosidades.


30 de julio de 2012

De las promesas y otras fábulas.

Somos los componentes de la nueva era tecnológica. Unos se sentirán más consustanciados con ella, y otros dirán a viva voz que las redes sociales son productos nefastos. Aún así, ambas partes terminarán en la misma situación. (Quizás los rebeldes elijan cambiarse el nombre a la hora de hacerse una cuenta, o esconderse en el baño para que nadie vea cómo sube las fotos de la marcha contra el imperio virtual.)
Como todo es dinámico y cambia en un pestañeo, debemos adaptarnos al movimiento vertiginoso del ciberespacio. En cada ciberminuto, nace un montón de cosas nuevas. Nos habituamos a observar una colección de imágenes que no recordamos dos minutos después, porque son muchas, y porque queremos verlas todas. Dejamos de usar el teléfono de línea, por la comodidad de los chats y los teléfonos celulares. (A ver, que levante la  mano la persona que usa el teléfono de línea no sólo para llamar a lugares de comidas rápidas, taxis, o abuelos.)
El amor está desvalorizado porque las emociones están siendo tomadas por palillos virtuales. ¿Queremos decírselo a alguien? Apretamos un botón y cerramos los ojos. Es fácil y rápido. Pero no te hace temblar las rodillas, ni se te dilatan las pupilas. Se exhiben relaciones que duran dos semanas donde hay una extensa lista de cuchicheos públicos, y fotos de todos los colores. Se ama porque se sabe escribir la palabra, ¿y después? Y después se vuelve al desamor, a lo horrible que es sufrir, a lo poco que nos cuidan, y a los gritos unísonos que se desploman en canciones de hombres y mujeres despechados. ¿Y las promesas de que te quiero mucho y vas a ser todo para mi?

Ahora, como miembro del barrio, como socia vitalicia de un espacio físico con sol, y pasto, soy testigo de la verdaderas promesas. Sigo sin entender por qué no las erradicamos de nuestro cuerpo a la edad de once o doce años. Y no por la ineficacia al cumplirlas, sino por lo estúpidas que son, ¿quién apuesta su vida en una promesa? Nadie. ¿Quién promete cuando está en sus hilos de lucidez? Nadie. ¿Quién promete?
Cuando uno es un niño, al relacionarse con sus pares, aprende una serie de códigos que lo definirán para ver si será un gil de goma, o si realmente vale la pena prestarle la pelota, o elegirlo como compañero de escondite. La fidelidad se basa en promesas rigurosas que son puestas a examen.
Por ejemplo:
- ¿Por qué no viniste a mi cumpleaños, fulano?
- Porque mi tío llegó de japón y adoptó a un niño y lo quería conocer.
- Si yo vi a tu tío hace cuatro días.
- ¡En serio, te lo juro! Cuando termine los papeles te presento a mi nuevo primo, te lo prometo.
(El acto siguiente que hacía fulano, era darse dos besos en el dedo índice. Una vez cuando estaba estirado, y otro cuando estaba doblado. El otro interventor del juramento venía y le revisaba las manos a ver si tenía algún dedo cruzado, o le pisaba los pies para asegurarse de que no estuviera mintiendo en lo dicho.)

Ambos reconocían esto como un acto cerrado del que no se tiene que hablar más, y cada uno tomaba su rol en el juego al que jugasen, olvidando el rencor y la venganza para siempre. Porque las promesas no deberían ir más allá que eso.

4 de julio de 2012

Interno Externo.

Volvió para su casa a las 6:00 a.m. Sus manos estaban tan frías que parecían las de un muerto, y de repente, recordó lo difícil que son utilizarlas cuando están realmente congeladas. Pensó en todos los inhumanos escritos que hizo a las siete y media de la mañana, cuando todavía ni quería despertarse el sol, inviernos machazos; maniobrar el lápiz, sentir la fuerza mezclándose con la torpeza; dar origen a pequeños calambres que duraban un módulo entero, y la horrible sensación de vivir con poca motricidad.
Poco a poco, comenzó a dormirse bajo pequeñas escenas que iba recordando.

A las ocho de la mañana ya había comenzado a llover, las gotitas picaban contra el techo, quejándose, como si su aterrizaje doliera. Desde adentro se sentían más fuerte, el sonido ensordecía y daba sueño. Los resúmenes fluorescentes iban perdiendo interés. Desde la ventana, el cielo no sólo estaba gris, parecía triste.

Viajar en ómnibus en días pesarosos, no es muy recomendable, Juana decidió no mirar por la ventanilla, aunque hacía varios días que venía desencontrándose con ella. No sé si les pasa, pero cuando llueve, me da miedo imaginarme el coche descontrolado, patinando desenfrenadamente por la ruta mojada., escribió con letra temblorosa en un papel. 
La seguridad vuelve cuando tenemos los pies sobre la tierra, aunque no precisamente viene con la felicidad acompañada. No sé si les pasa, pero viajar dos horas para luego enterarse, tarde, de que uno no tiene clases, da una bronca terrible, que me daría miedo reventársela a alguien., escribió con letra prolija debajo de su pensamiento anterior. 

Al volver, pasó por enfrente de una papelería y entró. Había olor a cuadernos nuevos, lápices, papeles de colores, lapiceras, y como si tuviera nuevamente diez años, voceó: 
-¡Quiero esas crayolas! 
-¿Algo más?
-Y ese paquete de marcadores. ¿Tiene más colores? ¿La punta se jode con facilidad?

Salió entusiasmada, como si su cabeza repitiera la palabra ímpetu, y ella lo demostrara inconscientemente al caminar. Ímpetu, ímpetu, ímpetu. Las gotitas de lluvia chocaban contra su cara. El cielo seguía pintado con un gris espantoso, pero ya no parecía triste.

25 de junio de 2012

I'm back II

Los sonámbulos me persiguen desde que tengo memoria. Hasta mi Yo sonámbulo se burla de mí, aunque ni siquiera esté segura de cuando lo hace. A lo largo de mi corta vida, descubrí diferentes comportamientos que definen distintos tipos de sonambulismo.
Por ejemplo, existen los que siempre están a punto de revelar alguna verdad universal: -"el sinsonson de la clave abre todos los bancos del país.";
-"mi hijo en realidad flanten y por eso dudo de trensenson por su gran huella.";
-"Antonio Machado además de poeta, fue nalisnsensen fulepeu y plantienas lukeraso con niños."
Obviamente los grandes cazadores de mitos, toman estas palabras como verídicas e indiscutibles. Y en efecto, podemos ver sus programas en el History los sábados de tarde. Así que si tienen amigos reveladores, puede que se conviertan en multimillonarios si aceptan que periodistas y gente que está mal de la cabeza, les viole la privacidad cuando duermen.

También existen los sonámbulos que hacen un tour por las habitaciones del hogar, patio y/o la casa del vecino. La cagada de éstos, es que se mean en cualquier sitio, y encima, tienen la particularidad de pararse al lado de personas que duermen, haciéndolas sobresaltar con su presencia tétrica. Se dice que los mini infartos que a uno -como ser consciente y despierto- le provocan estas apariciones, dejan pequeñas secuelas que se notan a lo largo de los años. En casos como estos, intente darle órdenes básicas al sonámbulo, ya que muy a menudo las realiza. "Andate a dormir a tu cuarto" "Traeme un vaso de agua" "Fijate si el zaguán está trancado o no".

Si a usted lo caga a trompadas la persona que está durmiendo a su lado, no se preocupe, se está acostando con un sonámbulo primitivo. No hablan, ni se levantan, pero sí manifiestan su existencia con patadas, manotazos, codazos, y piquetes de ojos. Es recomendable atarlo con cuatro pulpos antes de que se duerma: pies, rodillas, cintura, y brazos. El matambre humano, también llamado. Víctimas de golpes atroces, optan por cambiar el tamaño de la cama, o comprar cuchetas en casos de extrema seguridad. Acá es la ley del más fuerte, en la supervivencia no se debe tener lástima.

No obstante, los que están mas heavy en este mundo noctambólico, son los inconscientes que sufren un pequeño problema de esquizofrenia, cuando se les mezcla ese ínfimo segundo de realidad, con lo que sueña. Uno puede descifrar cuándo es el momento que esa persona empieza a padecer de este curioso trastorno. Primero notará que hablándole, logra congeniar una conversación lógica con el dormido. De a ratos se preguntará si realmente estará despierto o no, lo que es estila, es esperar hasta sentir los ronquidos que emite entre cada espacio de las diferentes oraciones que va diciendo. El verdadero problema está cuando se despiertan en medio de una conversación y no entienden nada. Lógico. Reaccionan de forma violenta, sin argumentos, ni autocontrol. Es la paradoja del proceso: son más civilizados cuando roncan.
Seguramente tarden en reconocer su mala actitud. Por lo pronto, muéstrese seguro de sus argumentos, y no caiga en nefastos replanteos que pueden marearlo. Aguante hasta que le pida perdón.

Por último tenemos los pelotudos que gritan cosas que seguramente estén soñando.
El 99% de las personas padecen de este trastorno, aunque no deberían calificarse como sonámbulos. Cuando escuche a uno, tírele un vaso de agua fría.



16 de junio de 2012

II

- Dale, hablá, hijo de puta. ¿Tenés miedo, me vas a decir? Te agarré solito, pobre criatura, ¿nadie es malo cuando está solo, no? Ahora explicame el paraje de toda la comida, de toda la fruta, de todas las migas que mendigaron, pedazos de simples. No hay nada más vergonzoso que comerse los restos de los demás, descaradamente, impunemente. ¡¿Por qué no me insultas?! Abombado barato, cebollino. ¡Decime algo! ¡Robame ahora que no te podes defender! ¡Mirame cuando te hablo, carajo! Te tengo en mi mano y puedo borrar tu nombre, tu cara, puedo destruirte deshaciéndote despacito, de manera cruel, como toda esa maldad que tenés. ¿De dónde saliste? ¡Respondeme, maricón! Desparramas pena y no podés llorar. Te decapitaría,  te separaría la cabeza del cuerpo con todo mi amor, pero siento lástima por vos. Y sentir lástima por vos, hace que me odie como persona, chorro, estúpido. ¿Por qué no está tu pandilla para rescatarte? Si te apretara con el dedo nadie te extrañaría, ¿te das cuenta? Sos un ser tan minúsculo, hormiga de mierda, debería dejarte en paz.

14 de junio de 2012

¿Qué?

Che, un cuentito mío quedó seleccionado para la Jota #09. 
Fue emocionante. Sobre todo cuando vi que el personaje de Junio se llamaba Juana.
Por lo que entendí, las revistas son bastante dispersas y a veces no se dejan agarrar. Y como dudo que alguien la tenga en formato físico, pinchando acá se puede ver y descargar sin problemas.


Y nada. Fue lindo.

8 de junio de 2012

Hasta que, a la larga, te tape el invierno.


Nací en invierno y considero que soy parte de él. Me hago responsable de los dedos hinchados, de las narices rojas, y de los pies torpes que parecen andar dormidos. Soy descendiente de los resfríos, y los contagio para poder seguir perpetuando las enfermedades invernales. Cargo con las lluvias heladas que caen sin consideración, abro mi paraguas con la idea de que ahora no soy más yo, sino una muchacha que camina educadamente saltando los charchos de pequeños cuerpos. Tiento al clima del verano usando medias de lana cuando llega la nochecita, me abrigo aunque no haya frío, y adopté la modalidad de tener siempre un pañuelo en mi cuello. Defiendo el invierno porque nadie lo quiere, porque el frío no pega con cerveza sino con vino, o con grappamiel. Es la estación azul, gris, violeta, tangerinas de tarde, fantasmas que salen de las bocas como si se trataran de pedacitos de almas que intentan escapar. Soy hija de los hermosos soplidos del viento, esos que hacen temblar ventanas. Lucho contra los remolinos violentos, y le sonrío a los abrigos con patas que adentro llevan niños de todos los tamaños. Me entiendo bien con los gorros bolivianos y las estufas a leña.
Quiero abrigarme más, y comerme el sol de la tarde; y dejar que un mechón de pelo se me escape de la capucha, para que el viento lo sacuda hasta alborotarlo. Quiero comidas de olla, de las que calientan las tripas y llaman al sueño. Quiero inaugurar oficialmente el sillón frente a la estufa, y las consecuencias de tener que buscar el calor humano hundiéndome en la piel de otra persona.

Invierno, te espero con los brazos abiertos.
Apurate un poquito.

4 de junio de 2012

Yo que sé.

Torres sintió que la pereza le caminaba por uno de los muslos. No sabía con exactitud cuál muslo, o a qué altura del muslo, o qué destino tendría el recorrido, ¿llegaría hasta su nuez, o terminaría al costado del dedo gordo? Sólo reconocía un cosquilleo dulzón, que lo adormecía hasta cansarse, hasta encontrarle comodidad plena al sillón de medio pelo que ahora estaba forrado de verde.
Y aunque el pestañeo dormilón parece que durara segundos, cuando volvió a tener los ojos abiertos y claros, notó que ya no se encontraba sobre sus almohadones funestos, ni en su casa, ni siquiera en la cuadra que se guardaba toda su infancia; ahora olía a girasoles maduros y a cuarenta años atrás. Un descampado amarillento lo desorientó en un angustiante interrogatorio: dónde estoy. Cómo llegué hasta acá. Por qué no puedo ver mis pies. 
Torres buscó ayuda, vagamente, en kilómetros de tierra plana. Corrió sin sus piernas, trepó sin sus manos, y se paró en una pequeña comunidad de piedras que parecían formar una cueva sin entrada. Habló consigo mismo, intentó pellizcarse sin los dedos, y dudó sobre su existencia en todos estos años de poca productividad. 
Le temió al descampado, al eco de su voz, a la ausencia de cuerpo, a no ser llamado otra vez, a la soledad eterna, y al tiempo perdido que nunca le devolvería el sillón. 

Pero no estaba arrepentido.

28 de mayo de 2012

I

Sobre extrañar  y otras yerbas. 

Sentir el duelo infinito yuxtapuesto a una amargura oscura, gruesa, con olor a cajón y flores. Vivir adherido a la esperanza de un encuentro casual, en la cocina, en el patio, en mi cuarto antes de dormir. Un hasta mañana, que sueñes con los angelitos, después vengo a apagarte la luz; un beso en la frente; un apretón de sábanas para quedar con los brazos pegados al cuerpo y sentirme una momia. (Ojalá desconociera la lógica, digo, para poder creer y vivir feliz, convencerme de que estas citas ocurren todo el tiempo, que necesariamente se necesita tener una pizca de fe, y un bollón de ignorancia -que como ignorante, lo ignoro- para poder sentir que estos encuentros fantasmales de verdad existen.)
Extrañar a alguien desde lo más profundo del alma, llorar con rabia, apretar los dientes y hundir la cabeza en cualquier objeto suave, patalear como un niño, y respirar hasta el cansancio, hasta no querer respirar más; hasta hacerme bolita que nada lo sabe. Protegerme en ese campo de visión limitado, que nos vuelve bichos inconscientes. 
Porque lo más triste, es que de repente querés salir a preguntarle a la gente por qué no está mal, por qué sonríe, por qué tiene buena cara, por qué no se está deshaciendo en pedazos, por qué no tiene los ojos hinchados. 
¿Qué sabe la gente?


Extrañar hasta sentir que el corazón se retuerce.
Extrañar hasta no sentir el cuerpo. 
Extrañar hasta desaparecer y no volver nunca más.



24 de mayo de 2012

...

"No lo lleves a la boca, mejor llévame a mi."

Los silencios bobos después de darnos un montón de besos, bastaron para querer revolcarte en el pasto y darte las gracias por no regalarme flores con olor dulce. Me gusta cuando recuerdan las cosas que digo, e insisto, a vos nunca te tuve que hablar dos veces. 
El verde te queda lindo, y el humo del cigarro, y los árboles jóvenes que parecen querer tocar el cielo.
La idea de que yo diga hache, y vos eme, me encanta. Porque nos retrucamos las cosas hasta el cansancio, y sin poner al fuego mis palabras, el hecho de que tragues la soberbia para explicarme con todo tu amor las cosas que no entiendo, me devuelve las ganas de besarte hasta terminar llenos de pasto.

Sí, a veces me partís la cabeza.

Que asco que me doy a veces.

19 de mayo de 2012

Re-calculando...

Usted se preguntará, "¿qué carajo pudo haber pasado anoche, que la propietaria del blog borró su entrada así nomás?" "¿Qué acontecimiento desmesurado habrá ocurrido para que borrara un texto del orto, donde el 99% de lo que escribe es ficticio?" O se dirá a si mismo, "¿por qué no habré entrado al blog ayer, para poder sacarme la incertidumbre de lo que está hablando esta mina? Yo y mis locuras de salir a disfrutar el día lindo."
No preocupéis, amigos míos. Acá será revelado el secreto.

La posta es que me estaba entrando a bañar, y cuando corro la cortina de la ducha, me encuentro con algo medio antropomórfico, y medio gelatina. Me asusté tanto que se me cayó la toalla y cuando recapacité, era bastante tarde como para ponerme colorada de vergüenza. 
Si bien escapaba de todas las cosas raras que he visto, este marciano -porque decidí que era eso- desparramaba un poquito de ternura. Me acerqué para demostrarle que no tenía nada que temer, y me miró con sus ojos enormes, y me ofreció una flor. Emocionada agarré esa belleza natural hipnótica, y me quedé unos minutos embobecida con cada pétalo perfectamente colorido. Cinco minutos más tarde, yo me encontraba atada a una camilla en algún lugar del espacio, porque como ya dije, estoy segura de que eso era un marciano. Varias cabezas observaban mi cuerpo totalmente desnudo, y luego se iban haciendo chistes sobre algo graciosísimo en un idioma que no consigo saber cuál es.
Calculo que después de dos horas, más o menos, se acerca el mismo que estaba en mi ducha con un especie de grabador de los '60, a continuación comienzan a salir palabras inteligibles. 
- Estimada mujer desnuda, venimos en paz. Nuestra política de seguridad nos obliga a sujetarla firmemente sobre la camilla de los secuestrados. Lo único que le pedimos es que borres la última entrada del blog, ya que por un sistema de códigos que escribiste, las personas que nos están buscando, pueden descubrir nuestra humilde morada en la cuál nos refugiamos hace más o menos diez siglos.
- Ok. 
- Pero como somos conscientes de toda esta molestia, le revelaremos un secreto de este complejo mundo. 
- Buenísimo.
- Las primeras cincuenta llamadas de las telecompras no existen. Esas promociones de 6 días y 5 noches no son más que patrañas de gente malparida. 
- ¡No!
- Sí, y los productos que generalmente venden, son una cagada. Los que te dicen sobre los abdominales, ¡mirame! ¿me parezco a uno de ellos? Esas personas deberían morir, están jugando con los sentimientos de los consumistas que miran el FOX a las siete de la mañana. Además estas empresas se están multiplicando, dentro de poco van a sacar el informativo del cuatro para pasar sus mercaderías.
- Bueno, no estaría mal tampoco. Digamos que el informativo del cuatro tendría que ser sustituido por cualquier programación.

La conversación no se extendió mucho más, me prestaron una computadora marciana, y logré borrar la entrada anterior. Luego de saludarlos a todos y prometernos un asado, me dijeron que mirara fijamente una barrita metálica que me sacaría todo este episodio en mi cabeza. 
La cagada fue que era un producto comprado en los programas televisivos anteriormente mencionados, pero como soy bastante educada, me hice la que no entendía nada, y volví -casi mágicamente- a mi ducha. 

Y he aquí, mi gran historia de por qué borré mi posteo del 18/05. 
No fue por pérdidas de principios, se los aseguro. 

2 de mayo de 2012

Bienvenida a bedelía.

Personajes:
Vieja nº 1.
Vieja nº 2. 
Vieja nº 3. 
Hombre de pelo largo canoso. 
Valentina.
Geovana. 

Valentina se acerca a bedelía muy emocionada. 

Hombre de pelo largo (A Geovana): -Sí, acá tenés el diploma. ¿Tu sos de la generación del 2009, no?
Geovana (Con voz de indignación): -Así es. Pero acá hay algo mal. Mi nombre es con E, no con I. Geovana, ¿ve? No Giovana. (Deja el pedazo de papel y revisa su cartera)
Hombre de pelo largo: -Disculpe, ¿usted tiene su cédula? Así  archivo todo para que se lo arregle. 
Geovana: -No la traje. Se la dejé a mi madre que tiene que retirar unos medicamentos. Tendré que pasar mañana, ¿no? 

Geovana hace un gesto de desaprobación, y sale.

Vieja nº 1, pela una banana y se la introduce eróticamente en su boca. 
Vieja nº 2, consigue la victoria limpia del Solitario. 
Valentina patea el mostrador despacito. 

Hombre de pelo largo va hacia adentro y vuelve con un cuaderno.
Se pone a revisar una lista de nombres y números difíciles de leer.

Valentina: -¡Hola! 
Hombre de pelo largo: -¿Si? ¿Qué precisas?
Valentina: -Necesito una constancia de estudio. Es para poder sacar el abono de Cotmi, que me hacen un 50% de descuento por ser estudiante. 
Hombre de pelo largo: -¿Para cuando lo precisas? 
Valentina: -Si es posible para hoy.
Hombre de pelo largo: -No, no, no. Venir a último momento y pretender papeles que tienen 48 horas de trámite, no es posible. 
Valentina: -Perdón, puedo venir otro día, más temprano.
Hombre de pelo largo: -Pero no es así, siempre lo mismo. Piensan que bedelía está para solucionar problemas de cualquier tipo. Tienen que entender que nuestro trabajo es muy importante para todo el funcionamiento de esta institución. Yo sé que no es tu culpa. Pero muchos alumnos asumen que nosotros estamos acá al reverendo cuente...
Vieja nº 3 (Desde su escritorio) -Claudio, ¿te hago un café? Hay que ir a comprar galletitas al kiosko. ¿Por qué no te pegas una corridita? Ya son las tres y media, si nos tomamos un café se nos acorta el horario.
Vieja nº 1 (Con la cáscara de banana entre las manos): -¿No me tiras esto, si vas? 
Valentina: -No se preocupe señor, lo entiendo perfectamente, muchas gracias.

Las primeras experiencias nunca son buenas.

25 de abril de 2012

Terminal.

Pobrecita la muchacha que se desplomó sobre las baldosas de Tres Cruces. No sabe que un montón personas con mucho tiempo, se detienen a contemplarla sin brindarle ayuda. Podrían tirarle un vaso de agua, o pegarle un par de cachetazos, o que el príncipe que se escapó de  algún cuento, la despierte en un beso eterno que trascienda en hijos rubios y blanquitos. Cuando despierte va a sentir la adrenalina de ser el personaje principal de una escena que no recuerda. Ojalá que de niña haya querido ser actriz. 

20 de abril de 2012

Nunca.

Cuando lo tengo medio olvidado, me paro en puntas de pie en el primer acantilado que juzgo eficaz, y progresivamente siento el nerviosismo y el pánico que se unen para revolverme el estómago y nublarme la vista. Reservo los impulsos de saltar, y corro en dirección opuesta al vacío que está después del borde arenoso. Ni siquiera avanzo mucho, apenas unas cuadras. Basta con aguantar la respiración, haciendo que mis latidos comiencen a multiplicarse por mis piernas, para comprender que todavía sigo sintiendo esa cosa que me encanta no olvidarla.

16 de abril de 2012

Pero ahí están, esperándome.

Hace unas semanas que las vengo vichando cuidadosamente para que no se alteren. Son objetos nerviosos que sufren de estrés, y lo peor que uno puede hacer es ilusionarlas. Pero ahí están, esperándome. 
Me encanta desorganizarlas un ratito y volar algunas para una caja, y otras volcarlas en el cajón del placar. Eso sí, cuando las escucho llorar las junto de nuevo, porque además de ser insoportables, sé perfectamente que no funcionan sin su par. Lloran con la angustia de haber perdido su mitad. Como si hubiera hurtado su generador de vida, o algo así. Realmente triste. 
Pero del encuentro de cada año quería hablar, de eso y de las distintas personalidades que adquieren con el paso del tiempo. 
Hoy por ejemplo encontré tres tipos: las indignadas, las felices, y las enfermas. 
Con las indignadas el trato es más frívolo porque están todo el tiempo a la defensiva, me recriminan el daño y usan a las enfermas para hacerme sentir mal. A veces ni las escucho, porque a fin de cuentas, poseen las respuestas bien argumentadas para recordarme que tienen razón. 
Las felices son demasiado empalagosas, con sus ganas de vivir y recuperar las horas de encierro. Debe ser horrible la relación, sobre todo porque siempre tienden a convivir con las mismas que los funcionarios de las empresas, juzgaron adecuadas para empaquetar. Rosada y rosada. Amarilla y amarilla. Nunca vi a una feliz, feliz por estar con otra feliz de otra marca, o de otro diseño. Y eso me parece triste, que no entiendan el concepto. El par no debería estar compuesto por algo que sea físicamente igual a uno, sino por el bienestar que nos genera el acompañamiento de alguien. Seguro que cuando están solas ni se hablan. Pobres felices.
Ahora, las enfermas son las que tocan mi corazón. Las que tengo que deshacer. Las que ya no sirven para más. Tomarlas en mis manos y mirarlas, es verdaderamente destrozante. Porque no dicen nada. No me recriminan nada. Sólo me transportan a un montón de imágenes que tengo con ellas. No puedo decir ninguna palabra de despedida -aunque en el fondo sé que no las esperan-, sólo basta con tirarlas al tacho de la basura, para reemplazarlas de inmediato por unas nuevas y olvidarlas para siempre.
Creo que es el trabajo más difícil. Puedo apostar todos mis ahorros, que soportaría más lidiar con mis medias indignadas y felices, que deshacerme de las enfermas. 

5 de abril de 2012

I'm back.

¡Que a mi no me vengan con versos! ¿Qué ganan mintiendo de una forma tan descarada y vil? Muchos individuos sufren grandes traumas físicos y psicológicos. ¿Acaso no saben que las personas prefieren quitarse la vida después de pasar situaciones así? ¿Dónde quedaron los valores?


No era mi novio, ni mi amante, ni de esos amigos a los le mostras el cuerpo desnudo; era un tipo que conocí hace dos años, que ni siquiera sé el nombre. Supongo que se llamará Martín, porque cada vez que invoco al muchacho, mi cabeza lo apoda de esa forma.
A decir verdad, no recuerdo si era lindo, o interesante, o simpático. De lo que estoy segura, es de mi fugaz huida con él, y de su baño que nunca llegué a ver.
Entre besos y manoseadas desesperadas, mi boca se abría a medida que su mano bajaba contorneando mi cintura, hasta que cambiaba de dirección y se introducía íntegra en mi entrepiernas. 

Cogiendo así seríamos buenos amigos, pensé. Ni siquiera tenía fuerza para decírselo. Me dormí acaparando su almohada que se quedó conmigo gran parte de la noche, nunca le pregunté si quería que se la compartiera. 

De madrugada tenía un dolor terrible en mi estómago, con calambres y momentos donde me sacudía una fuerte puntada que me hacía transpirar. Era como el dolor de ovarios, salvo que esta vez, tenía la necesidad y las ganas de cagar, no se trataba sólo de síndromes menstruales.  
¿Cómo se hace para cagar en la casa de un extraño? ¿Cómo mierda le decís "che, voy hasta el baño, prendé la radio porque me da vergüenza que me escuches."? Seguramente si el tipo se hubiera ido con cualquier minita caracagada de la fiesta, no le pasaba esto. Porque esas minas no cagan. Y menos de la forma descomunal que yo necesito cagar.
Soy una pajera, siempre me pasa lo mismo, cuando uno no coge, no tiene que pasar por estas cosas. ¿Será una señal? Bueno, necesariamente no "siempre me pasa lo mismo", pero no entiendo por qué estoy tan nerviosa. Tendría que levantarme despacito y salir corriendo al baño. Pero mirá si se despierta, no me ve y me va a buscar. Seguramente lo primero que haga es ir hasta el baño, y ahí voy a estar yo sentadita con cara de satisfacción. No debe ser excitante mi cara de satisfacción después de cagar.
No me va a echar de su casa, ¿en qué cabeza cabe dejar a una chiquilina irse sola a las cuatro y media de la mañana? Pero no me va a querer ver más. Y le va a contar a sus amigos. Entonces cuando yo me los cruce, me van a saludar cordialmente hasta que esté unos metros alejada y larguen la carcajada. Seguramente el rumor se expanda varios kilómetros y llegue a oídos de conocidos que no tengan tanta vergüenza de reírse de mi. Me van a atormentar varias décadas. Tengo que hacerme nuevos amigos.
No sé que le vi a este tipo. Encima ronca. Tiene medio cuerpo sobre mi lado izquierdo, apenas puedo mover la mano. Yo necesito mi espacio personal. Ni siquiera somos novios, podría ser más considerado.
Ahora el dolor se acentúa sobre mi lado derecho, ¿no será la vesícula? ¡Encima me estoy muriendo! Si no lo agarro a tiempo es capaz que reventar. Nunca me he operado, le tengo miedo a las agujas, creo que nací para no tener que pasar por estas cosas. Siento que el karma me está devolviendo muchas de mis guachadas.
Ya está, me levanto y voy al baño. Cagar es una necesidad que no se le debería prohibir a nadie, ni directa e indirectamente. Yo no le diría nada si el tiene ganas de cagar. Además está el tema de que me estoy muriendo. Necesito saber si es sólo un dolor de panza.
Nunca más me voy con un tipo que no conozco. Ni siquiera sé que le vi. Lo odio. Te odio, cuerpo que está sobre mi lado izquierdo tan pacífico y angelical. Te odio.

28 de marzo de 2012

Yo siempre.

Yo sentada, mintiéndome. Quisiera salir corriendo sin respirar. Pero no puedo, es imposible correr sin respirar. Podría morir.
Y no quiero morir.


-últimamente pienso en pausa. en frases cortas

26 de marzo de 2012

Cada pelotudo es un mundo.

-¿Y tu nombre es tan lindo como vos?
-Sí.



-¿Qué hace una chica solita por acá?
-Tratando de llegar a la barra.



-Llamaste mi atención.
-Jajaja.



-¿Tomamos una? Yo invito.
-No, gracias.
-¿Querés ir a un lugar más tranquilo?
-No.
-Qué mala onda.



-Hola, ¿estás sola?
-No.
-¿Con quién estás?
-Con mi esposo.
-¿Qué edad tenés?
-18.
-Jajaja, me estás jodiendo.
-En serio. Recién entró a sacar una cerveza. Cuando vuelva te lo presento.




Intentando zafar la mano de un tipo.
-¿Bailas?
-No, gracias.
-Dale, este tema.
-Fah, no me gusta bailar.
-Un tema solo, no seas mala. Vengo de otro lado. Quiero conocer gente nueva.
-Pero no me gusta, flaco.
-¿Y a qué venís?
-A ver minas.



-¿Tenés novio?
-Sí.
-¿Y por qué no está acá con vos?
-¿Ves a aquél que está mirando?, ahí está. Es él.


De las mil y una historias de vida que se inventan en cualquier boliche.
Próximamente, cómo hacer caer al albañil de un edificio sin remordimientos. 

22 de marzo de 2012

Un para siempre hola.

-Imaginate esto: vos te mudas a otro país y perdemos el poco contacto que tenemos. No existe mandarnos mensajes, ni cruzarnos por la calle y mover la cabeza con un breve gesto de simpatía. No existen noticias mías, porque después de que vos te vas, un par de conocidos me invitan a un lugar que nos aleja más en distancia. Pasan meses y tenemos la vaga idea de lo que fuimos, por una ráfaga de nostalgia que se cuela en la ventana, un especie de deja vú, un ínfimo recuerdo de algo que todavía conservamos en la memoria. ¿Te das cuenta?, ¿sería posible? Digo, desintegrar el encantamiento que hoy nos envuelve, en la más conveniente huida a otro lugar. Así, a secas. Porque te tuviste que ir, porque no te quedaba otra.
-¿Cómo no me va a quedar otra?
-No, tenías que hacerlo y listo. Pero me refiero a cómo sería sentir la desesperación de querer tocarte y no poder. Y cómo irías desapareciendo en mi cabeza. Si tardaría en olvidarte o no. Siempre me cuestioné si sería incómodo saludarte después de separarnos, pero en esta hipotética situación, me quedaría sólo con la idea. Porque una vez que te vas, empezaríamos a desaparecer como conjunto. 

20 de marzo de 2012

La escucho.

Arrime, mujer. Acá también se puede sentar. Venga, está demasiado lejos. Anoche intenté encontrarle sitio a toda esta basura, hasta que un vago pero luminoso rayo de luz fosforescente, me aclaró el rol que ocupa cada desperdicio desordenadamente bien ubicado. No tenga miedo en correr algo, generalmente las cosas vuelven a su lugar. ¿Quiere un taza de café? Ah, ¿está sucia? Disculpe, es que son tantas las citas que tengo los martes de mañana. Busque otra que le sirvo un burbujeante líquido amargo. Sí, debería lavar la cafetera también. Últimamente mi cabeza anda en otra cosa, el amor es todo un tema. Sí, ya sé que a usted no le interesa el amor, ¿por qué no le interesa el amor? Temas personales, lo entiendo perfectamente. Qué cosa más detestable es escuchar problemas de personas ajenas a uno, ¿verdad? Aunque peor son los pacientes que están cuarenta y cinco minutos llorando, y gastándome servilletas. Sí, arriba de esa caja hay un montón de pañuelos sueltos. Hay que dejarlos a mano. Lo que no tengo es una papelera, porque anoche la vacié y creo que quedó en el otro cuarto, con suerte la recupero el jueves. Ahora, deje los pañuelos que ya no sirvan en la montañita que está en ese rincón. A ver si al medio día junto todo ese montón de angustias y las tiro al diablo. ¿Cómo han estado sus vacaciones? Me enteré que por el Caribe hicieron un días horribles. Yo pensaba en usted, y su pareja, supongo que en el hotel había piscina climatizada. Hablando de su compañero, ¿sigue viéndose con la jovencita pelirroja? ¿Se dejaron?, ¿cuándo? Tomó posición, que gran avance. Ahora sí podría decirse que llegamos a la etapa que me interesaba en usted. La verdad que las sesiones donde sólo hablaba de su agujero en el pecho, eran aburridísimas. Tiene un potencial enorme como para quedarse en ese dolor absurdo. Agarre más servilletas, no hay drama. Tenemos un convenio con la fábrica y nos hacen descuentos. Pero no las deje en cualquier lugar, recuerde que después las tengo que andar juntando. ¿Que no se siente bien? ¿Agua, quiere? Bueno, está bien. Voy hasta la cocina a ver que puedo traerle. ¡Sí, ya sé quiere agua, cálmese! Haga el ejercicio de respiración que practicamos hace unos meses. No, así no. Inhale profundo, muy bien, aguante, siga aguantando el aire. Exhale. Ahora de nuevo. Inhale, aguante, y exhale. ¿Sigue precisando el vaso de agua? ¿Qué?, ¿cómo que descubrió quién era y fue a hablar con ella?, ¿dónde?, ¿usted le pegó y ahora la denunciaron? Disculpe, acá no damos consejos sobre como enfrentar violentamente a las personas. Yo no puedo estar en asuntos fiscales sólo por ser su terapeuta de confianza. Ni siquiera la conozco demasiado. ¡Cinco años no son nada! Las personas no se conocen en profundidad en cinco años. Además usted es muy cambiante, pasa por etapas que me desorientan. De ninguna manera, no quiero entrar en la desorganización del poder judicial. Fíjese que te citan a las dos y las audiencias empiezan cuatro y media. Yo tengo mi trabajo, mis hijos. ¡Ya sé que no tengo hijos, pero podría tenerlos! Me parece que ya no va a resultar más. Búsquese otra terapeuta que sea capaz de escucharla. ¡Sí, claro, búsquese a alguien mejor, lo quiero ver!

15 de marzo de 2012

Cuatro de la tarde.

Salgo al patio a fumar y mi perro se acerca hasta que prendo un cigarro.
Retrocede, me mira, y ladra. Indignado.
Sus ojos parecen no reconocerme, por eso no siente culpa en gritarme, y enfurecerse. Viene hacia mis piernas y el humo que roza su nariz lo hace estornudar. Entonces se va a los tropezones para atrás, y ladra.
Su mirada sigue desconfiando el objeto cilíndrico blanco, que le molesta.
Termino de dar la última pitada, y aguarda en la misma posición hasta que tiro el filtro en el piso. Ahora sus ojos parecen reconocerme. Se acerca, y apoya su cabeza en mis pies, moviéndola despacito, como si estuviera mimándolos.

8 de marzo de 2012

Tchh.


02:50 am.
- Mi amor, ¿te dormiste?
- Sí, Valentina, ¿qué querés?
- Nada.
- Decíme.
- No me puedo dormir.
- …
- Y como estamos en tu casa, y yo estoy de visita, y como nos extrañamos mucho…
- …
- ¿En serio te vas a dormir?
- Me levanté temprano hoy. A las seis entré a trabajar.
- Ah. Claro.
- ¿Qué decís “ah, claro”, haciéndote la enojada?
- No me hago la enojada. Que duermas bien.

03:05 am.
- ¿Estás dormido?
- Mmm, sí.
- Bueno.

03:15 am.
- ¿Te estás moviendo para que me de cuenta que te enojaste, boluda?
- No mijo. Tenés sueño, dormí. ¿No estabas cansado?
- Sí.
- Y bueno, dejá de estar atento a lo que hago.
- …

03:45 am.
- Vale, ¿te dormiste?
- No.
- No me puedo dormir. 
- Cerrá los ojos.
- ...
- ¿Estás muy cansado?
- ¿Para qué?
- Y, no sé. Estamos en una cama. ¿Qué muchas cosas se pueden hacer?
- ...

04:00 am. 
- ¿Pudiste dormirte? 
- No. No sé, me despabilé. 
- Bueno.
- ¿Por qué te alejas de mi?, ¿estás enojada?
- No. 
- No podés ser tan egoísta, muchacha. Vos estuviste durmiendo toda la mañana, ¿por qué no puedo estar cansado?
- ...
- Vení.
- No, me queda incómodo tu brazo.

05:30 am.
- Correte más para allá.

06:00 am.
- ¿Estás durmiendo?
- ...


A las siete de la mañana, Valentina consigue su sueño.
El sueño de dormir.

7 de marzo de 2012

El Nene.


La casa de la vieja Victoria era el terror que todo niño conoce. Era la única enrejada, mantenía las esteras bajas y tenía olor a vacío. Cuando golpeaban las manos para llamar a su puerta, un eco rebotaba por un pasillo frío que conectaba el interior de la casa, con el sol de afuera. Vivía con el Nene, su marido, un señor que desparramaba lástima. Tenía la voz dulce y los ojos cansados. Era flor de laburador, más allá que sus años venían tirándolo abajo. De chica, lo acompañaba a hacer mandados y me regalaba un montón caramelos Zabala, se los guardaba para que no me los comiera todos de una, y cuando lo iba a visitar al banco al que se sentaba habitualmente los días soleadas, me daba el resto de la bolsita. Nunca hablábamos de Victoria, porque me daba miedo preguntarle. Me imaginaba que en realidad él no la quería, y  que ella sólo le interesaba abusar la bondad del hombre. Y el Nene era tan bueno. 

Todos los niños estaban advertidos de las repercusiones que tenía jugar al lado de su casa, pelota mal pateada, llanto de gurí. Porque si bien los padres se iban a quejar, ella no accedía a tales pedidos y se metía para su cueva. Muchos hicieron denuncias, pero no cambió en lo absoluto. Parecía que con los días se volvía más arisca. 
Inventábamos infinidades de estrategias para recuperar balones inocentes, pero siempre nos descubría. Yo pensaba que tenía un sensor, o una cámara, porque no me podía explicar cómo estaba tan atenta todo el tiempo. 
Déjenme dormir la siesta, nos gritaba desde su ventana, y por allá, el Nene se levantaba y daba una vuelta manzana en busca de oxígeno, y tranquilidad, y buena compañía. Me daba una pena, no tenía hijos y parecía adorar cualquier niño. Una vez se me escapó y le dije abuelo, me tomó la mejilla y me miró tan profundo que me sacudió el cuerpo. Desde ese día íbamos a hacer mandados de la mano, yo le llevaba la chismosa hasta el almacén, y él la traía.


Un sábado de tarde mamá me contó que había muerto. Intenté no creerle y fui hasta afuera de su casa a esperarlo. No salía y me acerqué a golpear la puerta. Había un silencio rotundo que me erizaba los brazos, y volví corriendo a casa espantada. 
Mamá me esperaba en la puerta. Me dijo que me había dejado algo y entré embobecida para saber qué era. Mis manos temblaban, me acuerdo. Un sobre amarillo decía mi nombre. Lo abrí a los tirones y contenía una carta y otro sobre. La carta estaba escrita hacía dos semanas, y empezaba con la palabra "Nieta". Me senté en el sillón y comencé a leerla. Tenía la letra clara, y resaltaba las partes donde decía que me adoraba. Después advertía que el otro sobre contenía un montón de caramelos que debían ser comidos en el banquito al que íbamos las tardes soleadas. 
Pero lo último fue lo que más me gustó. Sentía que la justicia por fin había vuelto a nuestro barrio, aunque fuera necesaria la pérdida de una persona importante. 
-¡Las pelotas van a ser devueltas!-, le grité a mamá.- Él me lo escribió. Se lo dejó clarito a la vieja Victoria. 

Las tardes después de su muerte no fueron distintas, Victoria nunca accedió al pedido de su marido y siguió hurtando sonrisas de niños. Pero por algún extraño motivo, seguía creyendo en sus palabras, y en algún momento de mi vida, sabía que volverían todas las pelotas perdidas.

4 de marzo de 2012

Momentos con Isa.


Los m&m tiñeron mis dedos de colores, e Isabel entusiasmada me preguntó si había estado jugando con el arco iris de la tarde.
-Sí.- le respondí escueta.
Y como si se tratara de algo increíble, comenzó a inflar los cachetes y preguntar cómo había sido.
- Bueno, cuando vos estabas en tu cuarto, salí corriendo a buscar el comienzo del arco iris.
- ¿Y dónde estaba?- preguntó inocente.
- No te puedo decir, Isa, les prometí a los Jicares no revelar el lugar.
- ¿Son los que esconden el tesoro?
- No hay tal tesoro. Hay una puerta chiquitita que casi ni se ve.
- ¿Y entraste?- Isabel tenía los ojos gigantes.
- Sí, entré porque los Jicares decidieron mostrarme su casita.
- ¿Y como es?
- Como una pompa de jabón. ¿Viste los colores que se forman en las burbujas? El interior tiene las paredes de esos colores, todos mezclados. Hay muebles blancos y cuadros negros. Y muchos tanques de agua.
- ¿Y por qué te ensuciaste los dedos?- preguntó desconfiada.
- Porque estuve ayudándolos a pintar una escalera que llega hasta las nubes.
- ¿Y no tenías miedo?
- ¿De qué?
- De que te raptaran esos bichos, ¿qué son?, ¿por qué hacían esa escalera tan larga?
- Porque querían arreglar el arco iris.
- ¿Está roto?
- Se está apagando.
- Ah, sí. Cada vez cuesta más encontrarlo.- me miró como si quisiera leerme la mente y exclamó- Para mi la culpa la tienen los edificios.
- La culpa la tiene la gente que ya no lo busca más, que ya no se interesa, que ahora prefiere mirar la televisión, como vos, que no salís de tu cuarto. El arco iris sobrevive con el interés de las personas. Nadie se queda a esperarlo en la ventana cuando llueve.

Isa se quedó callada y se limitó a darme la razón.

La merienda prefirió tomarla en el porche. Con la mirada clavada en el cielo, usó las manos como si fueran binoculares para ayudarse en su búsqueda. Pero al cabo de diez o quince minutos, volvió a entrar a casa.
- Hay que decirle a todo el mundo que nos estamos olvidando de él.- dijo seria. Y salió en busca de hojas en blanco, y lápices acuarelables.

2 de marzo de 2012

Pobre diecisiete.

‎- ¿Qué te indigna? 
- Que se me pase el arroz.
- ¿Cuál es tu sueño?
- Poder hacer un arroz como la gente para ver la cara de orgullo de mi madre, señor.
- ¿Qué vas a hacer con toda la guita si ganas este concurso de belleza?
-Tengo planeado inaugurar un centro educativo que practique todas las técnicas seguras y fáciles de cocinar arroz, para que muchas personas del mundo puedan cumplir su dicha.
- ¿Qué mensaje le dejas a este público tan masivo que se reunió un día como este, para venir a alentar a todas las participantes?
- ¡Que se puede! ¡Todo se puede! Hoy es un arroz mal, mañana es sólo un gracioso recuerdo. Porque esto no se limita a una sola comida, ¿saben?, con las técnicas aprendidas uno puede lograr hasta un guiso de lentejas, y después, si aspiramos a ser mejores personas, ¿por qué no conquistar una paella sin problemas, no?
- Muchas gracias. ¡Ahí se fue nuestra participante número diecisiete! Un fuerte aplauso.

La participante diecisiete no ganó el concurso, sino la diez, con tontas teorías de un mundo sin pobreza, sin hambre, y con menos guerras que afecten la calidad de vida humana.
Crédulos.

28 de febrero de 2012

Te tuiteo.

Ahora con tuiter*, la frase "me contó un pajarito..." tiene sentido.

Y nada, eso.


*tuiter, tchuiter, twitter. Bla.

25 de febrero de 2012

Lector, tenga en cuenta.

Voy a dejar esto claro, así evito caer en la reiteración de las cosas, porque hablar al pedo es una acción que no me gusta.
Lo lindo de cualquier red que uno puede adaptar, modificar y crear para su propio gusto, es que estimula la creatividad y desarrolla la expresión que uno va adquiriendo a medida que pasa el tiempo, con práctica, esfuerzo y sudor. Divino.


Ahora, cuando leo este comentario "Que lindo blog, te sigo de una. Me seguís? Acá podés clickear para entrar: www.soyunapersonapelotuditaquesubeimágenesconfrases.blogspot.com", me dan ganas de llorar. 
He meditado muchas veces en tomar carrera y darme la frente contra la pared. Dejen sus estupideces y piensen en la salud de uno, carajo. Pero che. 
Para eso está metroflog, o fotolog, donde la gracia es tener un montón de feivorit friends (o favorite friends, o FF, como quieran). Entonces aquél que tiene un montón de FF's entra automáticamente a la sección de los populares que concurren a fiestas re pro, donde escuchan  Lady Gaga y Christina Aguilera toda la noche, toman martini con sombrillitas y pedacitos de manzana, y sacan muchas fotos para después subirlas y seguir conquistando más amigos.
Acá no pasa eso, me temo. 
Por eso pido amable y encarecidamente, que dejen esa guarrada. 

No caigan en el chiste obvio porque les meto un virus en cualquier comentario.
Y amor, por sobre todas las cosas.

23 de febrero de 2012

"Conocerse claro está que necesita su tiempo."

No me puedo dormir si la persona que está al lado mío palmó primero.
Cuando estoy esperando un mensaje, pongo el celular en silencio para no escucharlo cuando llegue.
No piso las líneas que separan las baldosas. Y voy siempre por la misma hilera.
Camino del lado izquierdo de la vereda, sino me siento desprotegida. 
Si me agarran las piernas o los brazos -dejándome sin poder moverlos-, reacciono como una loquita que quiere zafar a toda costa de la camisa de fuerza, inútilmente. 
El hecho de que la gente use campera y no se la prenda, me irrita.  
Antes de dormir me hago un moño prolijo. 
Últimamente es más probable que me acuerde de llevar mi almohada cuando viajo, que las pastillas anticonceptivas. 

¿Por qué? 
No tengo idea. Pero son las pocas cosas que cumplo estrictamente, porque ni siquiera las pienso.

15 de febrero de 2012

Tabaco, no.

La primera vez que vi un paquete de hojillas en la mesa de casa, fue por una "mala actitud" de mi hermano -ya siendo un pelotudo de dieciséis o diecisiete años-, que mis padres no toleraron así nomás. Qué insoportables son a veces, porque en la adolescencia no te dan una palmada y se terminó el tema, sino que aparece el discurso moralista de dos horas.

Debo admitir que la vaga idea que tenía sobre las hojillas, carecía plenamente de realidad: no me imaginaba algo tan lindo. ¡Una preciosura! Tenía el tamaño adecuado para escribir palabras y soltarlas al viento. O dibujar pequeñeces. O contar mis secretos más profundos y guardarlos en escondites insólitos: ¡esa libretita cabía en cualquier lugar! Aunque nunca más la encontrara, por olvido, o por magia.

Pero hacía mal. Hacía mal y estaba mal. Porque la salud de uno es más importante. Porque no se podía mirar, ni tener, ni jugar con ella. Porque las nenas de diez años no quieren eso. Porque para mis padres no existía otro modo de uso. Y si bien entendía que todo se hacía para el bien de uno, jamás pude perdonarlos.

Hasta que solté mi primera palabra escrita en una hojilla, después de cuatro o cinco años, donde se fugaron mis ganas acumuladas.

Y por un segundo volví a mi década.

12 de febrero de 2012

No mamá, mis amigas están bien.

Extraído de una conversación amena con una amiga

Valentina: -Fah, mirá que bueno está ese tipo.
P: -Salado. Además te deja todos los chiquilines en la cara.

10 de febrero de 2012

Vos nunca pediste lo que yo te dí.

Soy un corderito. Soy un algodón de azúcar. Soy una almohada de plumas. Soy un pedacito de cielo. Soy un helado de melón con chocolate. Soy una dulce. Y un dulce de leche. Soy lo que genera la diabetes. Soy el merengue de la torta. Y la frutilla. Soy bocados de chajá. Soy gatitos durmiendo. Soy miel, diez cucharadas seguidas. Y alfajores "Agua helada". Soy un cuello bañado en perfume "Mujercitas".
Y doy asco.
Soy un asco.



[Y está bien así, para mí]

9 de febrero de 2012

Hola.

La gallega que dice "la base de virus ha sido actualizada", me excita.
(Y le doy "análisis rápido" varias veces al día)

¿Qué?

6 de febrero de 2012

Los niños intimidan.

Una nena de tres o cuatro años, me miraba curiosamente desde las piernas de su mamá. Mientras intentaba sostener los alfajores entre mi pera y mi pecho, chusmeaba los condones multicolores que estaban colgados en el stand de la caja. No iba a comprar ninguno, pero quería sentirme descaradamente atrevida, como esas minas que van a la farmacia de turno a comprar preservativos un sábado a las tres de la mañana. Siempre les tuve un respeto exorbitante. Pero de la nena quería hablar. De la nena y de su mirada que me seguía en cada acción que realizaba. (Imaginen las innumerables cosas que uno puede ejecutar en la fila de espera del supermercado)
Se llamaba Camila, porque su madre le dijo que no se sentara en el piso. -Camila, me tenés podrida. Ya estás grande, podés quedarte parada. Tenía los ojos grandes y las manos blanquitas. 
En un momento, se acercó con la vista en mis sandalias, deteniéndose en las uñas pintadas de rojo. Puso cara de desconcierto y me miró, e inmediatamente miró a la mamá. 
Debo decir que no fue muy cómoda la situación, generalmente no pasa muy seguido. Porque claro, yo le soltaba sonrisas simpáticas, y ella le preguntaba a su mamá en voz alta* si yo era nena o nene porque parecía varón, pero tenía las uñas pintadas. A toda esa escena bizarra, le sumé el quilombo de cajas de condones que tiré por la torpeza que me caracteriza. Pasé de ser multiloca que mira preservativos sin importar encontrarse con la vecina, a pajera que intenta juntar todos los forros con una mano, inútilmente. 
Ojalá las cámaras de seguridad registren sonidos, así aparezco en la comida de fin de año en "lo mejor del 2012". No sé si ustedes sabrán, pero me contaron que los empleados del supermercado festejan las fiestas descorchando sidras fermentadas, y mirando las mejores escenas que fueron registradas por cámaras.

*gritando. GRITANDO LA PENDEJA.

5 de febrero de 2012

Fuimos

-charlas.
-cuentos.
-música.
-libros.
-humo.
-risas.
-besos.
-cama destendida.
-calles.
-playa.
-ómnibus.
-bici.
-calor.
-noches.
-imanes con frases.
-duchas de a dos.
-caídas cargadas de risa que amortiguaron el golpe contra el piso.
-manos.
-caminatas.
-sexo.
-amor.
-insolación. 
-amigos.
-helados.
-colchón en el piso.
-muchos teamo y teextrañé.
-nosotros dos.

31 de enero de 2012

Volvé a jugar.


Comienza el vaivén de los te extraño, y necesito revolcarme entre tus brazos que todavía sirven de cueva mágica. Aunque estamos solos, mi amor, y la infinita hilera de luces no nos ayuda en nada.
El círculo vicioso que nos atrapaba, haciéndonos rebotar de acá para allá, lo cerramos como bobeando. ¿Te acordas de las mañanas en las que adoptábamos las peleas como desayuno? Ahí fue cuando los mimos empezaron a perder su efervescencia y quedaron asquerosos.
Mi estómago se volvió rígido y las mariposas retrocedieron convirtiéndose nuevamente en incómodas orugas; molestas en cualquier abrazo que no tenía ganas de dar, eran como un recordatorio. Porque no está bien que quiera salir corriendo hasta que mis piernas se desgasten sólo para no seguir escuchando el eco de tu risa. Ni tampoco es bueno que desee empujarte de un edificio y agarrarte en el último segundo de vida.

Estábamos tan solos, mi amor. Y la infinita hilera de luces nunca pudo hacer nada.


Te quiero mirar y saber que si estamos juntos, es porque queremos estar juntos. 

10 de enero de 2012

Por suerte anoto las cosas insignificantes de los viajes.

Entiendo por qué los perros  viajan con la cabeza para afuera. El aire violento que juguetea con el pelo, haciéndolo mover para todos lados, es una cosa maravillosa. Estuve unos diez o quince minutos colgada de la ventana comprobando de manera objetiva esa sensación. Lógicamente, deduje que el problema no son los individuos que te miran desde otros autos, o la posibilidad de que te decapite un camión de paso, el asunto es la muchedumbre de bichos que se te destripan en la cara. Porque claro, uno sintiéndose totalmente libre y feliz, no se percata de la aniquilación de insectos que puede generar. Y si bien el chicotazo duele, lo más asqueante es verse la cara repleta de tripas anaranjadas.