28 de marzo de 2012

Yo siempre.

Yo sentada, mintiéndome. Quisiera salir corriendo sin respirar. Pero no puedo, es imposible correr sin respirar. Podría morir.
Y no quiero morir.


-últimamente pienso en pausa. en frases cortas

26 de marzo de 2012

Cada pelotudo es un mundo.

-¿Y tu nombre es tan lindo como vos?
-Sí.



-¿Qué hace una chica solita por acá?
-Tratando de llegar a la barra.



-Llamaste mi atención.
-Jajaja.



-¿Tomamos una? Yo invito.
-No, gracias.
-¿Querés ir a un lugar más tranquilo?
-No.
-Qué mala onda.



-Hola, ¿estás sola?
-No.
-¿Con quién estás?
-Con mi esposo.
-¿Qué edad tenés?
-18.
-Jajaja, me estás jodiendo.
-En serio. Recién entró a sacar una cerveza. Cuando vuelva te lo presento.




Intentando zafar la mano de un tipo.
-¿Bailas?
-No, gracias.
-Dale, este tema.
-Fah, no me gusta bailar.
-Un tema solo, no seas mala. Vengo de otro lado. Quiero conocer gente nueva.
-Pero no me gusta, flaco.
-¿Y a qué venís?
-A ver minas.



-¿Tenés novio?
-Sí.
-¿Y por qué no está acá con vos?
-¿Ves a aquél que está mirando?, ahí está. Es él.


De las mil y una historias de vida que se inventan en cualquier boliche.
Próximamente, cómo hacer caer al albañil de un edificio sin remordimientos. 

22 de marzo de 2012

Un para siempre hola.

-Imaginate esto: vos te mudas a otro país y perdemos el poco contacto que tenemos. No existe mandarnos mensajes, ni cruzarnos por la calle y mover la cabeza con un breve gesto de simpatía. No existen noticias mías, porque después de que vos te vas, un par de conocidos me invitan a un lugar que nos aleja más en distancia. Pasan meses y tenemos la vaga idea de lo que fuimos, por una ráfaga de nostalgia que se cuela en la ventana, un especie de deja vú, un ínfimo recuerdo de algo que todavía conservamos en la memoria. ¿Te das cuenta?, ¿sería posible? Digo, desintegrar el encantamiento que hoy nos envuelve, en la más conveniente huida a otro lugar. Así, a secas. Porque te tuviste que ir, porque no te quedaba otra.
-¿Cómo no me va a quedar otra?
-No, tenías que hacerlo y listo. Pero me refiero a cómo sería sentir la desesperación de querer tocarte y no poder. Y cómo irías desapareciendo en mi cabeza. Si tardaría en olvidarte o no. Siempre me cuestioné si sería incómodo saludarte después de separarnos, pero en esta hipotética situación, me quedaría sólo con la idea. Porque una vez que te vas, empezaríamos a desaparecer como conjunto. 

20 de marzo de 2012

La escucho.

Arrime, mujer. Acá también se puede sentar. Venga, está demasiado lejos. Anoche intenté encontrarle sitio a toda esta basura, hasta que un vago pero luminoso rayo de luz fosforescente, me aclaró el rol que ocupa cada desperdicio desordenadamente bien ubicado. No tenga miedo en correr algo, generalmente las cosas vuelven a su lugar. ¿Quiere un taza de café? Ah, ¿está sucia? Disculpe, es que son tantas las citas que tengo los martes de mañana. Busque otra que le sirvo un burbujeante líquido amargo. Sí, debería lavar la cafetera también. Últimamente mi cabeza anda en otra cosa, el amor es todo un tema. Sí, ya sé que a usted no le interesa el amor, ¿por qué no le interesa el amor? Temas personales, lo entiendo perfectamente. Qué cosa más detestable es escuchar problemas de personas ajenas a uno, ¿verdad? Aunque peor son los pacientes que están cuarenta y cinco minutos llorando, y gastándome servilletas. Sí, arriba de esa caja hay un montón de pañuelos sueltos. Hay que dejarlos a mano. Lo que no tengo es una papelera, porque anoche la vacié y creo que quedó en el otro cuarto, con suerte la recupero el jueves. Ahora, deje los pañuelos que ya no sirvan en la montañita que está en ese rincón. A ver si al medio día junto todo ese montón de angustias y las tiro al diablo. ¿Cómo han estado sus vacaciones? Me enteré que por el Caribe hicieron un días horribles. Yo pensaba en usted, y su pareja, supongo que en el hotel había piscina climatizada. Hablando de su compañero, ¿sigue viéndose con la jovencita pelirroja? ¿Se dejaron?, ¿cuándo? Tomó posición, que gran avance. Ahora sí podría decirse que llegamos a la etapa que me interesaba en usted. La verdad que las sesiones donde sólo hablaba de su agujero en el pecho, eran aburridísimas. Tiene un potencial enorme como para quedarse en ese dolor absurdo. Agarre más servilletas, no hay drama. Tenemos un convenio con la fábrica y nos hacen descuentos. Pero no las deje en cualquier lugar, recuerde que después las tengo que andar juntando. ¿Que no se siente bien? ¿Agua, quiere? Bueno, está bien. Voy hasta la cocina a ver que puedo traerle. ¡Sí, ya sé quiere agua, cálmese! Haga el ejercicio de respiración que practicamos hace unos meses. No, así no. Inhale profundo, muy bien, aguante, siga aguantando el aire. Exhale. Ahora de nuevo. Inhale, aguante, y exhale. ¿Sigue precisando el vaso de agua? ¿Qué?, ¿cómo que descubrió quién era y fue a hablar con ella?, ¿dónde?, ¿usted le pegó y ahora la denunciaron? Disculpe, acá no damos consejos sobre como enfrentar violentamente a las personas. Yo no puedo estar en asuntos fiscales sólo por ser su terapeuta de confianza. Ni siquiera la conozco demasiado. ¡Cinco años no son nada! Las personas no se conocen en profundidad en cinco años. Además usted es muy cambiante, pasa por etapas que me desorientan. De ninguna manera, no quiero entrar en la desorganización del poder judicial. Fíjese que te citan a las dos y las audiencias empiezan cuatro y media. Yo tengo mi trabajo, mis hijos. ¡Ya sé que no tengo hijos, pero podría tenerlos! Me parece que ya no va a resultar más. Búsquese otra terapeuta que sea capaz de escucharla. ¡Sí, claro, búsquese a alguien mejor, lo quiero ver!

15 de marzo de 2012

Cuatro de la tarde.

Salgo al patio a fumar y mi perro se acerca hasta que prendo un cigarro.
Retrocede, me mira, y ladra. Indignado.
Sus ojos parecen no reconocerme, por eso no siente culpa en gritarme, y enfurecerse. Viene hacia mis piernas y el humo que roza su nariz lo hace estornudar. Entonces se va a los tropezones para atrás, y ladra.
Su mirada sigue desconfiando el objeto cilíndrico blanco, que le molesta.
Termino de dar la última pitada, y aguarda en la misma posición hasta que tiro el filtro en el piso. Ahora sus ojos parecen reconocerme. Se acerca, y apoya su cabeza en mis pies, moviéndola despacito, como si estuviera mimándolos.

8 de marzo de 2012

Tchh.


02:50 am.
- Mi amor, ¿te dormiste?
- Sí, Valentina, ¿qué querés?
- Nada.
- Decíme.
- No me puedo dormir.
- …
- Y como estamos en tu casa, y yo estoy de visita, y como nos extrañamos mucho…
- …
- ¿En serio te vas a dormir?
- Me levanté temprano hoy. A las seis entré a trabajar.
- Ah. Claro.
- ¿Qué decís “ah, claro”, haciéndote la enojada?
- No me hago la enojada. Que duermas bien.

03:05 am.
- ¿Estás dormido?
- Mmm, sí.
- Bueno.

03:15 am.
- ¿Te estás moviendo para que me de cuenta que te enojaste, boluda?
- No mijo. Tenés sueño, dormí. ¿No estabas cansado?
- Sí.
- Y bueno, dejá de estar atento a lo que hago.
- …

03:45 am.
- Vale, ¿te dormiste?
- No.
- No me puedo dormir. 
- Cerrá los ojos.
- ...
- ¿Estás muy cansado?
- ¿Para qué?
- Y, no sé. Estamos en una cama. ¿Qué muchas cosas se pueden hacer?
- ...

04:00 am. 
- ¿Pudiste dormirte? 
- No. No sé, me despabilé. 
- Bueno.
- ¿Por qué te alejas de mi?, ¿estás enojada?
- No. 
- No podés ser tan egoísta, muchacha. Vos estuviste durmiendo toda la mañana, ¿por qué no puedo estar cansado?
- ...
- Vení.
- No, me queda incómodo tu brazo.

05:30 am.
- Correte más para allá.

06:00 am.
- ¿Estás durmiendo?
- ...


A las siete de la mañana, Valentina consigue su sueño.
El sueño de dormir.

7 de marzo de 2012

El Nene.


La casa de la vieja Victoria era el terror que todo niño conoce. Era la única enrejada, mantenía las esteras bajas y tenía olor a vacío. Cuando golpeaban las manos para llamar a su puerta, un eco rebotaba por un pasillo frío que conectaba el interior de la casa, con el sol de afuera. Vivía con el Nene, su marido, un señor que desparramaba lástima. Tenía la voz dulce y los ojos cansados. Era flor de laburador, más allá que sus años venían tirándolo abajo. De chica, lo acompañaba a hacer mandados y me regalaba un montón caramelos Zabala, se los guardaba para que no me los comiera todos de una, y cuando lo iba a visitar al banco al que se sentaba habitualmente los días soleadas, me daba el resto de la bolsita. Nunca hablábamos de Victoria, porque me daba miedo preguntarle. Me imaginaba que en realidad él no la quería, y  que ella sólo le interesaba abusar la bondad del hombre. Y el Nene era tan bueno. 

Todos los niños estaban advertidos de las repercusiones que tenía jugar al lado de su casa, pelota mal pateada, llanto de gurí. Porque si bien los padres se iban a quejar, ella no accedía a tales pedidos y se metía para su cueva. Muchos hicieron denuncias, pero no cambió en lo absoluto. Parecía que con los días se volvía más arisca. 
Inventábamos infinidades de estrategias para recuperar balones inocentes, pero siempre nos descubría. Yo pensaba que tenía un sensor, o una cámara, porque no me podía explicar cómo estaba tan atenta todo el tiempo. 
Déjenme dormir la siesta, nos gritaba desde su ventana, y por allá, el Nene se levantaba y daba una vuelta manzana en busca de oxígeno, y tranquilidad, y buena compañía. Me daba una pena, no tenía hijos y parecía adorar cualquier niño. Una vez se me escapó y le dije abuelo, me tomó la mejilla y me miró tan profundo que me sacudió el cuerpo. Desde ese día íbamos a hacer mandados de la mano, yo le llevaba la chismosa hasta el almacén, y él la traía.


Un sábado de tarde mamá me contó que había muerto. Intenté no creerle y fui hasta afuera de su casa a esperarlo. No salía y me acerqué a golpear la puerta. Había un silencio rotundo que me erizaba los brazos, y volví corriendo a casa espantada. 
Mamá me esperaba en la puerta. Me dijo que me había dejado algo y entré embobecida para saber qué era. Mis manos temblaban, me acuerdo. Un sobre amarillo decía mi nombre. Lo abrí a los tirones y contenía una carta y otro sobre. La carta estaba escrita hacía dos semanas, y empezaba con la palabra "Nieta". Me senté en el sillón y comencé a leerla. Tenía la letra clara, y resaltaba las partes donde decía que me adoraba. Después advertía que el otro sobre contenía un montón de caramelos que debían ser comidos en el banquito al que íbamos las tardes soleadas. 
Pero lo último fue lo que más me gustó. Sentía que la justicia por fin había vuelto a nuestro barrio, aunque fuera necesaria la pérdida de una persona importante. 
-¡Las pelotas van a ser devueltas!-, le grité a mamá.- Él me lo escribió. Se lo dejó clarito a la vieja Victoria. 

Las tardes después de su muerte no fueron distintas, Victoria nunca accedió al pedido de su marido y siguió hurtando sonrisas de niños. Pero por algún extraño motivo, seguía creyendo en sus palabras, y en algún momento de mi vida, sabía que volverían todas las pelotas perdidas.

4 de marzo de 2012

Momentos con Isa.


Los m&m tiñeron mis dedos de colores, e Isabel entusiasmada me preguntó si había estado jugando con el arco iris de la tarde.
-Sí.- le respondí escueta.
Y como si se tratara de algo increíble, comenzó a inflar los cachetes y preguntar cómo había sido.
- Bueno, cuando vos estabas en tu cuarto, salí corriendo a buscar el comienzo del arco iris.
- ¿Y dónde estaba?- preguntó inocente.
- No te puedo decir, Isa, les prometí a los Jicares no revelar el lugar.
- ¿Son los que esconden el tesoro?
- No hay tal tesoro. Hay una puerta chiquitita que casi ni se ve.
- ¿Y entraste?- Isabel tenía los ojos gigantes.
- Sí, entré porque los Jicares decidieron mostrarme su casita.
- ¿Y como es?
- Como una pompa de jabón. ¿Viste los colores que se forman en las burbujas? El interior tiene las paredes de esos colores, todos mezclados. Hay muebles blancos y cuadros negros. Y muchos tanques de agua.
- ¿Y por qué te ensuciaste los dedos?- preguntó desconfiada.
- Porque estuve ayudándolos a pintar una escalera que llega hasta las nubes.
- ¿Y no tenías miedo?
- ¿De qué?
- De que te raptaran esos bichos, ¿qué son?, ¿por qué hacían esa escalera tan larga?
- Porque querían arreglar el arco iris.
- ¿Está roto?
- Se está apagando.
- Ah, sí. Cada vez cuesta más encontrarlo.- me miró como si quisiera leerme la mente y exclamó- Para mi la culpa la tienen los edificios.
- La culpa la tiene la gente que ya no lo busca más, que ya no se interesa, que ahora prefiere mirar la televisión, como vos, que no salís de tu cuarto. El arco iris sobrevive con el interés de las personas. Nadie se queda a esperarlo en la ventana cuando llueve.

Isa se quedó callada y se limitó a darme la razón.

La merienda prefirió tomarla en el porche. Con la mirada clavada en el cielo, usó las manos como si fueran binoculares para ayudarse en su búsqueda. Pero al cabo de diez o quince minutos, volvió a entrar a casa.
- Hay que decirle a todo el mundo que nos estamos olvidando de él.- dijo seria. Y salió en busca de hojas en blanco, y lápices acuarelables.

2 de marzo de 2012

Pobre diecisiete.

‎- ¿Qué te indigna? 
- Que se me pase el arroz.
- ¿Cuál es tu sueño?
- Poder hacer un arroz como la gente para ver la cara de orgullo de mi madre, señor.
- ¿Qué vas a hacer con toda la guita si ganas este concurso de belleza?
-Tengo planeado inaugurar un centro educativo que practique todas las técnicas seguras y fáciles de cocinar arroz, para que muchas personas del mundo puedan cumplir su dicha.
- ¿Qué mensaje le dejas a este público tan masivo que se reunió un día como este, para venir a alentar a todas las participantes?
- ¡Que se puede! ¡Todo se puede! Hoy es un arroz mal, mañana es sólo un gracioso recuerdo. Porque esto no se limita a una sola comida, ¿saben?, con las técnicas aprendidas uno puede lograr hasta un guiso de lentejas, y después, si aspiramos a ser mejores personas, ¿por qué no conquistar una paella sin problemas, no?
- Muchas gracias. ¡Ahí se fue nuestra participante número diecisiete! Un fuerte aplauso.

La participante diecisiete no ganó el concurso, sino la diez, con tontas teorías de un mundo sin pobreza, sin hambre, y con menos guerras que afecten la calidad de vida humana.
Crédulos.