25 de junio de 2012

I'm back II

Los sonámbulos me persiguen desde que tengo memoria. Hasta mi Yo sonámbulo se burla de mí, aunque ni siquiera esté segura de cuando lo hace. A lo largo de mi corta vida, descubrí diferentes comportamientos que definen distintos tipos de sonambulismo.
Por ejemplo, existen los que siempre están a punto de revelar alguna verdad universal: -"el sinsonson de la clave abre todos los bancos del país.";
-"mi hijo en realidad flanten y por eso dudo de trensenson por su gran huella.";
-"Antonio Machado además de poeta, fue nalisnsensen fulepeu y plantienas lukeraso con niños."
Obviamente los grandes cazadores de mitos, toman estas palabras como verídicas e indiscutibles. Y en efecto, podemos ver sus programas en el History los sábados de tarde. Así que si tienen amigos reveladores, puede que se conviertan en multimillonarios si aceptan que periodistas y gente que está mal de la cabeza, les viole la privacidad cuando duermen.

También existen los sonámbulos que hacen un tour por las habitaciones del hogar, patio y/o la casa del vecino. La cagada de éstos, es que se mean en cualquier sitio, y encima, tienen la particularidad de pararse al lado de personas que duermen, haciéndolas sobresaltar con su presencia tétrica. Se dice que los mini infartos que a uno -como ser consciente y despierto- le provocan estas apariciones, dejan pequeñas secuelas que se notan a lo largo de los años. En casos como estos, intente darle órdenes básicas al sonámbulo, ya que muy a menudo las realiza. "Andate a dormir a tu cuarto" "Traeme un vaso de agua" "Fijate si el zaguán está trancado o no".

Si a usted lo caga a trompadas la persona que está durmiendo a su lado, no se preocupe, se está acostando con un sonámbulo primitivo. No hablan, ni se levantan, pero sí manifiestan su existencia con patadas, manotazos, codazos, y piquetes de ojos. Es recomendable atarlo con cuatro pulpos antes de que se duerma: pies, rodillas, cintura, y brazos. El matambre humano, también llamado. Víctimas de golpes atroces, optan por cambiar el tamaño de la cama, o comprar cuchetas en casos de extrema seguridad. Acá es la ley del más fuerte, en la supervivencia no se debe tener lástima.

No obstante, los que están mas heavy en este mundo noctambólico, son los inconscientes que sufren un pequeño problema de esquizofrenia, cuando se les mezcla ese ínfimo segundo de realidad, con lo que sueña. Uno puede descifrar cuándo es el momento que esa persona empieza a padecer de este curioso trastorno. Primero notará que hablándole, logra congeniar una conversación lógica con el dormido. De a ratos se preguntará si realmente estará despierto o no, lo que es estila, es esperar hasta sentir los ronquidos que emite entre cada espacio de las diferentes oraciones que va diciendo. El verdadero problema está cuando se despiertan en medio de una conversación y no entienden nada. Lógico. Reaccionan de forma violenta, sin argumentos, ni autocontrol. Es la paradoja del proceso: son más civilizados cuando roncan.
Seguramente tarden en reconocer su mala actitud. Por lo pronto, muéstrese seguro de sus argumentos, y no caiga en nefastos replanteos que pueden marearlo. Aguante hasta que le pida perdón.

Por último tenemos los pelotudos que gritan cosas que seguramente estén soñando.
El 99% de las personas padecen de este trastorno, aunque no deberían calificarse como sonámbulos. Cuando escuche a uno, tírele un vaso de agua fría.



16 de junio de 2012

II

- Dale, hablá, hijo de puta. ¿Tenés miedo, me vas a decir? Te agarré solito, pobre criatura, ¿nadie es malo cuando está solo, no? Ahora explicame el paraje de toda la comida, de toda la fruta, de todas las migas que mendigaron, pedazos de simples. No hay nada más vergonzoso que comerse los restos de los demás, descaradamente, impunemente. ¡¿Por qué no me insultas?! Abombado barato, cebollino. ¡Decime algo! ¡Robame ahora que no te podes defender! ¡Mirame cuando te hablo, carajo! Te tengo en mi mano y puedo borrar tu nombre, tu cara, puedo destruirte deshaciéndote despacito, de manera cruel, como toda esa maldad que tenés. ¿De dónde saliste? ¡Respondeme, maricón! Desparramas pena y no podés llorar. Te decapitaría,  te separaría la cabeza del cuerpo con todo mi amor, pero siento lástima por vos. Y sentir lástima por vos, hace que me odie como persona, chorro, estúpido. ¿Por qué no está tu pandilla para rescatarte? Si te apretara con el dedo nadie te extrañaría, ¿te das cuenta? Sos un ser tan minúsculo, hormiga de mierda, debería dejarte en paz.

14 de junio de 2012

¿Qué?

Che, un cuentito mío quedó seleccionado para la Jota #09. 
Fue emocionante. Sobre todo cuando vi que el personaje de Junio se llamaba Juana.
Por lo que entendí, las revistas son bastante dispersas y a veces no se dejan agarrar. Y como dudo que alguien la tenga en formato físico, pinchando acá se puede ver y descargar sin problemas.


Y nada. Fue lindo.

8 de junio de 2012

Hasta que, a la larga, te tape el invierno.


Nací en invierno y considero que soy parte de él. Me hago responsable de los dedos hinchados, de las narices rojas, y de los pies torpes que parecen andar dormidos. Soy descendiente de los resfríos, y los contagio para poder seguir perpetuando las enfermedades invernales. Cargo con las lluvias heladas que caen sin consideración, abro mi paraguas con la idea de que ahora no soy más yo, sino una muchacha que camina educadamente saltando los charchos de pequeños cuerpos. Tiento al clima del verano usando medias de lana cuando llega la nochecita, me abrigo aunque no haya frío, y adopté la modalidad de tener siempre un pañuelo en mi cuello. Defiendo el invierno porque nadie lo quiere, porque el frío no pega con cerveza sino con vino, o con grappamiel. Es la estación azul, gris, violeta, tangerinas de tarde, fantasmas que salen de las bocas como si se trataran de pedacitos de almas que intentan escapar. Soy hija de los hermosos soplidos del viento, esos que hacen temblar ventanas. Lucho contra los remolinos violentos, y le sonrío a los abrigos con patas que adentro llevan niños de todos los tamaños. Me entiendo bien con los gorros bolivianos y las estufas a leña.
Quiero abrigarme más, y comerme el sol de la tarde; y dejar que un mechón de pelo se me escape de la capucha, para que el viento lo sacuda hasta alborotarlo. Quiero comidas de olla, de las que calientan las tripas y llaman al sueño. Quiero inaugurar oficialmente el sillón frente a la estufa, y las consecuencias de tener que buscar el calor humano hundiéndome en la piel de otra persona.

Invierno, te espero con los brazos abiertos.
Apurate un poquito.

4 de junio de 2012

Yo que sé.

Torres sintió que la pereza le caminaba por uno de los muslos. No sabía con exactitud cuál muslo, o a qué altura del muslo, o qué destino tendría el recorrido, ¿llegaría hasta su nuez, o terminaría al costado del dedo gordo? Sólo reconocía un cosquilleo dulzón, que lo adormecía hasta cansarse, hasta encontrarle comodidad plena al sillón de medio pelo que ahora estaba forrado de verde.
Y aunque el pestañeo dormilón parece que durara segundos, cuando volvió a tener los ojos abiertos y claros, notó que ya no se encontraba sobre sus almohadones funestos, ni en su casa, ni siquiera en la cuadra que se guardaba toda su infancia; ahora olía a girasoles maduros y a cuarenta años atrás. Un descampado amarillento lo desorientó en un angustiante interrogatorio: dónde estoy. Cómo llegué hasta acá. Por qué no puedo ver mis pies. 
Torres buscó ayuda, vagamente, en kilómetros de tierra plana. Corrió sin sus piernas, trepó sin sus manos, y se paró en una pequeña comunidad de piedras que parecían formar una cueva sin entrada. Habló consigo mismo, intentó pellizcarse sin los dedos, y dudó sobre su existencia en todos estos años de poca productividad. 
Le temió al descampado, al eco de su voz, a la ausencia de cuerpo, a no ser llamado otra vez, a la soledad eterna, y al tiempo perdido que nunca le devolvería el sillón. 

Pero no estaba arrepentido.