23 de julio de 2011

Acá son las 2:40

A veces no entiendo cómo termino mirando el programa "Espíritu Santo. Garantía de cambio" un sábado de madrugada.



Hmm, algo anda mal.

17 de julio de 2011

Facundito.

En el grupo azul estaba Facundito. Era un nene callado que no saltaba, ni bailaba, ni reía, ni hablaba.
Estaba ahí, como un ser vegetal que sólo se limitaba a decir "leche", "galletita", "baño" y "papá".
Intentábamos integrarlo de todas formas pero no había caso. El botija se rehusaba a participar de juegos.
Me acuerdo que una tarde se me había perdido, y cuando miré para el costado estaba pellizcando a los del equipo rojo, que eran chiquitos, lo agarré justito cuando le daba palo a una niña rubia, que apretaba sus ojos haciendo muecas de dolor. Lo saqué alto al piso y le dije que eso no se hacía. Pero ni me miró. Me empezó a caer mal, porque en realidad no entendía por qué hacía esas cosas. Le hablaba de la mejor manera, y a los cinco minutos, ¡zaz!, había que andarlo corriendo. Decí que era medio gordito el niño, sino abandonaba mis intentos revolucionarios de agarrarlo y darle un sermón.
Una vuelta, se encontraba sentado atrás mío con las piernas estiradas y, mientras yo explicaba un juego él agarraba y con sus pies encerraba los míos haciéndome tropezar.
Me di vuelta varias veces para decirle que no lo hiciera, que me podía lastimar, pero no obtenía respuesta de él.
Hasta que me enojé y le dije "escuchame, ¿vos sos tarado?", a lo que sus amigos respondieron "si animadora, tiene problemas, él es enfermito".

Y en ese momento no apreció ningún platillo volador que me hiciera desaparecer.
La puta que lo parió.

9 de julio de 2011

De porqué desaparecí.

Si bien yo creía que mis amigas me conocían de verdad, una noche, luego de tomar unos brebajes que descolocaron mi cabeza (mentira, era todo legal), me propusieron con la excusa de que "sólo nos vemos los fines de semana, tendríamos que compartir más tiempo juntas", participar como animador en el tradicional campamento para niños que se hace -desde que tengo uso de razón- cada año. Mi cara de "No, se equivocaron de persona" no fue suficiente, y empezaron a idealizar su idea como si yo fuera capaz de acceder a tanta estupidez.
Accedí. 
Y me enamoré.
Levantarme a las ocho de la mañana y desayunar a lo loco para llegar a un salón inmenso lleno de materiales y colores, y papeles, y telas, y marcadores, y pinturas, y globos, y gente trabajando, bobeando, abrazándose, riendo, puteando, bailando, ha sido de los placeres más grande que he tenido. 
Rezongar a pendejos ariscos, hacer filas y rondas de juegos, sentir los brazos de una nena o un nene colgados de mi cintura, saltar, dar besos y abrazos, encontrar miradas con el animador de otro grupo, pedir ayuda, quedar exhausta, llegar a casa y sentir la necesidad de dormir dos mil horas, ponerme de mal humor y querer prenderle fuego la cabeza a un pendejo, reprimir el guantazo cuando me llamaban "señora", repartir vasos, jugos, galletitas, y pintar de azul un montón de cachetes, ESO, eso fue lo que me hizo desaparecer.
Pero volví.
Y más paciente.