4 de mayo de 2011

Hoy seguro toca baño.

Cada vez que mi padre pedía el día libre en su trabajo, coincidía con la visita al pediatra que realizaba cada dos o tres meses. Por eso no me gustaba llegar de la escuela y verlo sentado en la mesa sin la camisa ni la corbata puesta.
Almorzaba callada, tratando de digerir el alimento pese a los comentarios que mi viejo le hacía a mamá sobre la enorme aguja que iba a terminar en mi brazo. Nunca me pincharon en los controles médicos, pero al tipo le encantaba asustarme con cosas así. Igual era un buen método el ir cagada porque cuando me examinaban, nada era tan malo como una aguja enterrada en mi brazo. 
Terminamos de comer, junté la mesa, y cuando papá se puso a fregar aproveché para tirarme en el sofá a mirar alguna boludez del fox kids y dormir una siestita.
Por allá me desperté con sus gritos que de forma exaltada exclamaban que se nos hacía tarde, que me tenía que bañar, peinar, salir para allá, hacer otros mandados, y que no íbamos a llegar. Me metí corriendo al baño mientras me alcanzaba la ropa "de salir" a medida que la encontraba. 
Terminé de bañarme y me acerqué envuelta en la toalla para dejar que me apretujara y me sacudiera de arriba abajo así me secaba bien. Luego mencionó que no había encontrada ninguna bombacha y por ende ordenó que buscara inmediatamente una. En menos de cinco minutos ya estaba vestida, perfumadita y bien peinada. 
Irreconocible, según él.
    
Llegamos al sanatorio y me puse a jugar con las baldosas gigantescas y colorinches que tenía el piso de la sala de espera. Traté de no manchar los cancanes blancos cuando me tiraba en el suelo, ni despeinar las dos trenzas que las había hecho a las apuradas. Ni bien dijeron mi apellido, comenzamos a caminar con papá hacia el consultorio del gordo bigotón que resultaba ser el pediatra que estaba de guardia. 
Nunca lo había visto, vestía una bata blanquísima, sin ninguna arruga y con olor rico. Parecía un hombre prolijo, correcto, y no sé por qué me intimidó cuando me saludó caballerosamente con la mano. 
Mi viejo permanecía callado, me observaba desde una silla y hacía caras cuando levantaba los pies y dejaba que la pollera se me subiera. 
"Bueno Valentina, ahora sacate las medias así puedo seguir con el control". Entonces, sin decir palabra alguna, y con total naturalidad me bajé hasta las guillerminas el cancan que dejaba al descubierto mi calzón. Abrí las piernas, y miré a papá que estaba todo colorado y con el ceño fruncido. No entendía nada, hasta que noté que mi bombacha parecía haber sido víctima de una violación por la cantidad de agujeros que tenía.
Salimos en silencio del sanatorio, y cuando se detuvo supe que se venía la puteada por ser una “desprolija bárbara”. Nunca me habían rajado tanto.
A partir de ese día, jamás volví a ver a papá sin camisa ni corbata cuando llegaba de la escuela.
Y empecé a ir a los controles con mi vieja.
                                                                                                                                     (Te extraño un montonazo)

11 comentarios:

  1. Jajaja me causó mucho esa anécdota, es lindo recordar cosas pasadas y que nos saquen una sonrisa esos recuerdos.

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  2. Esta anécdota me dio mucha ternura. Sonreía con cara de boluda mientras la leía.
    Cuando era chiquita nunca me peinaba Padre, porque yo tenía el pelo muy largo y él no sabía que hacer ante tanto cabello. Así que cuando me quedaba sola con él, andaba siempre despeinada y con los pelos al viento. Era lo más.
    Nunca dijo una mala palabra delante mio como hasta que yo tuve 18, o 19. No me dejó ir a la cancha, ni que le hablara de chicos que me gustaban.
    Claramente todo era mucho más lindo cuando Padre era Padre con todas las letras. Ahora que vivimos en constantes peleas y las cosas de la vida nos permiten dejar de vernos por meses, me gusta acordarme de él como quien fue mi primer novio.

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  3. perdon, nada que acotar, muchos jajajajaa y awwws :)

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  4. una fuerte energía de
    L a ó d i c e
    en todo el post
    y en el primer comment también

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  5. Ojalá tuviera yo recuerdos tan tiernos con mi padre...
    ME HA ENCANTADO TU ENTRADA, un abrazo :)

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  6. jajajajajajajajajaja es buenisimaaaaaaaaa! me hiciste acordar a mi ñiñez, que siempre que iba a la farmacia del amigo de mi viejo le preguntaba ''que eran esas cajitas de colores'' (a mi me parecian divertidas) y el me respondia que eran cosas de grandes. hasta que descubri que esas cajitas eran forros che.

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  7. Muy buena anécdota.

    Abrazo.

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  8. me encantó la anécdota :)
    yo también tenía baldosas en el pediatra y jugaba a caminar por las de el mismo color :P
    saludos
    inez

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  9. no puedo escribir nada.
    no puedo decir nada.
    no puedo imaginar tanta falta.

    un abrazo, juanavalentinaquerida.

    f

    ps: en respuesta a tu pregunta diría que solo a veces, menos que más. pero constantemente pienso en canciones, no en las canciones en si, sino que relaciono cosas, hechos, frases, con canciones.

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  10. Jajajaaja mi viejo jamas me acompaño al pediatra! no se porque, pero leyendo tu anecdota empiezo a imaginar ciertas cosas que prodian haber pasado... y que bueno! un saludo, muy buena la entrada!

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  11. Ro, tal cual. Es lo mejor recordar cosas así!

    Pichula, entonces hacés bien en recordarlo así. A veces no entiendo por qué casi siempre las relaciones son mejores cuando somos más chicos e inconscientes.

    Sophie, ¡me alegra un montón!

    Airdish number, y qué querés, el viejo es el viejo. ¡Bienvenido!

    Flobii, apuesto a que los tenés. Me alegro que te haya gustado.

    Sofi, ¡obvio que las cajas de condones eran divertidas! (y no estánamos tan errados de esa diversión)

    Nico, ¡grazie!

    iNeztencil, ¡gracias!, jugar a pisar las del mismo color hasta ahora es un placer que me hago. ¡Bienvenida!

    f, ¿sabías que me pongo de mal humor si no veo un comentario tuyo? Sos como un blogger amigo. Puto. (Sí te puse puto para cortar con tanta dulzura)

    onírica, yo pienso que no te acompañaba porque debía ser un clavo. Si algún día tengo un hijo o un gato, tampoco lo llevaría al pediatra.

    ¡Abrazos gigantescos!

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